"La fascinación por la sangre fluyendo y salpicando en todas direcciones es más poderosa que el instinto de conservarla en las venas". (Manual Animal. Lalo Mir y Carlos Barragán).
En 2010 todos pensamos que habíamos asistido al final de esta exitosa franquicia de terror con el estreno de su séptima película, Saw VII, que además sumaba la tecnología 3D para darle mayor realismo y espectacularidad a este menú dantesco de mutilaciones. Pero no fue así. Una década después de la muerte de John Kramer, un grupo de víctimas deberán enfrentarse a una nueva seguidilla de juegos mortales.
Varios cuerpos comienzan a aparecer y tienen en común una muerte única y espantosa. A medida que avanza la investigación policial todo apunta en la misma dirección: Jigsaw. Pero, ¿cómo es posible si el sádico asesino lleva 10 años muerto? Esta será la gran incógnita a resolver para el necesario retorno de la saga a los cines.
Con el estreno de esta octava parte, Jigsaw: el juego continúa, el terror renuncia a su tradición basada en la tensión para deleitarse en un sinfín de escenas sangrientas estériles. Nada nuevo que no hayamos visto antes: solo presenciar una y otra vez cómo y de qué forma cada uno de los cautivos irá muriendo.
Los hermanos Spierig no pudieron despegarse de esta tradición errática en que se estancó la saga luego de su cuarta película. Creo que ya es hora de dejar a la franquicia descansar (y morir) en paz.
La historia detrás de la saga de los mil millones de dólares
El terror siempre fue unos de los pilares narrativos y económicos en la historia de la industria de Hollywood. Desde sus inicios en la década del treinta con los monstruos de Universal (Drácula, Frankenstein, La Momia) y el esplendor de los estudios ingleses Hammer en los cincuenta y sesenta; pasando por El exorcista y La profecía en los setenta; Halloween, Pesadilla en Elm Street y Martes 13 en los ochenta, son algunos claros ejemplos de que el género siempre estuvo ahí para aterrorizar a las masas en sus butacas y aumentar las arcas de los estudios de cine.
Pero el siglo XXI supo sacarle provecho a un sub género dentro del terror llamado gore (nacido en los años setenta) imponiendo el sadismo, las mutilaciones y las torturas como los principales protagonistas. El responsable de esta exitosa revolución híper sangrienta fue un director australiano de ascendencia china llamado James Wan.
En 2004 estrenó El Juego del Miedo (Saw), proponiendo al terror básicamente como un pasatiempo donde su principal villano era un desquiciado justiciero llamado John Kramer (Jigsaw), que no solo se deleitaba observando las distintas pruebas mortales que preparaba especialmente para sus víctimas, sino que además todo estaba envuelto en una carga moral y de cierta humanidad.
Su debut en la pantalla grande fue todo un éxito ya que contenía la dosis justa de violencia dentro de un contexto de suspenso y trama policial. En el plano económico, un increíble boom: gastaron 1 millón de dólares en producirla y recaudaron más de 100 millones a nivel mundial.
Las obvias secuelas no se harían esperar. Hollywood no dejaría escapar su nuevo gallina de los huevos de oro, cada año se estrenaría un nueva película hasta el 2010 (siete en total), siendo las primeras tres (04/05/06) las que mejor supieron mantener el espíritu original de la saga.
La falta de ideas en el terreno narrativo llevó a la franquicia a centrarse en otros aspectos menos interesantes. Todo comenzó a girar en torno a las nuevas formas originales de matar gente, siendo el único entretenimiento la creatividad a la hora de mostrar las muertes. Como resultado pasaron cinco directores, catorce personajes dentro de la misma trama, y casi mil millones de dólares de recaudación a nivel mundial.