Allá por el 2004, James Wan (“Insidious”, “The Conjuring”) nos presentaba la primera entrega de lo que sería una exitosa saga. Estamos hablando de “Saw” o “El juego del Miedo”. Aquel film inicial presentaba una atrapante premisa que traía una investigación policial detrás de un asesino serial que sometía a sus víctimas a juegos macabros, donde ellos mismos se encargarían de “decidir” quién muere o quién vive. Esta independiente y pequeña película tuvo un costo de 1.2 millones de dólares y recaudó 103.9 millones. El éxito fue tal que las secuelas no tardaron en llegar.
El problema estuvo en que las continuaciones solo explotaron el costado gore del asunto, y resultaron repetitivas, pobremente actuadas y en cierto punto hasta estúpidas. Tal es así, que el conocido asesino Jigsaw muere en la tercera entrega y se hicieron 5 secuelas más con imitadores o discípulos del otrora famoso homicida.
La frescura del film original, los momentos cruentos, y el aire clase B mezclado con la investigación policial paralela a los juegos tenebrosos, fueron replicados en las continuaciones pero no lograron el mismo atractivo que la primera parte. La saga fue exprimida hasta al hartazgo logrando desde el 2004 hasta el 2010 una película por año para el mes de octubre durante la época de Halloween.
La saga se creía concluida, pero ahora siete años después de su último film, vuelven los rompecabezas retorcidos de la mano de los hermanos Spierig. Michael y Peter Spierig son dos realizadores de origen alemán, que fueron puestos bajo la lupa luego de entregar algunas propuestas interesantes y atractivas como “Daybreakers” (2009) y “Predestination” (2014). Este último largometraje se convirtió en un verdadero fenómeno de culto y es la principal razón por la que gozan del éxito que atraviesan en la actualidad.
Es por ello que sorprendió su elección para dirigir “Jigsaw” y a su vez lo que devolvió la fe a los fans de poder ver un producto revitalizado e insuflarle algo de aire fresco a la ya desgastada saga. Y el resultado es bastante aceptable. Mucho no podemos esperar de la octava parte de un film de terror que busca sorprender a través de formas creativas y cruentas de mostrar a los protagonistas torturados. Sin embargo, los hermanos Spierig pudieron dotarle de su impronta al relato y otorgar un film sin nada nuevo u original pero entretenido al fin.
La película nos dice que Jigsaw está de vuelta o al menos eso parece. Desde el primer momento no sabemos si está vivo o no, y se juega con eso durante todo el metraje. En esta ocasión, atrapará a cinco personas y las enfrentará en una serie de juegos sangrientos como castigo por sus delitos. Al mismo tiempo, tiene lugar una investigación en la que científicos forenses y detectives tratan de encontrar y capturar al asesino, con la sospecha de que alguien del equipo puede ser el responsable.
De esta forma veremos la estructura ya conocida de montaje paralelo entre los protagonistas atrapados y atormentados, y los que se encuentran llevando a cabo la investigación policiaca. Lo interesante es que la cinta prioriza más el costado del thriller que el de las muertes escandalosas. No se confundan, hay sangre y hemoglobina para los fans del gore, pero quizás esta vez los asesinatos no tengan un número elevado y su tiempo en pantalla sea escueto. Obviamente que la película está pensada para los fans y tendrá esos personajes estereotipados que querrás ver morir, la acostumbrada exposición de la trama en los diálogos y los famosos flashbacks que preparan o anticipan el giro del final.
Como bien dije antes, “Jigsaw” no representa nada que no hayamos visto antes, pero la realización es correcta y la película entretiene. Algunos momentos son predecibles y el guion hace aguas en varias oportunidades, no obstante, la investigación por sobre el sadismo, el fanservice y la digna ejecución de sus directores, hacen de esta octava algo disfrutable.