"Jigsaw" comienza con la aparición de cadáveres por la ciudad, cuerpos que presentan indicios de haber participado de algún juego de Kramer. Cumple con el suspenso y un poco de sangre, pero las escenas no llegan a inquietar.
A siete años de la última aparición de John Kramer, vuelve el encargado de hacer “justicia” a su modo con juegos sádicos que no siempre terminan bien. En esta oportunidad, el filme cambia de nombre, y en vez de ser “El juego del miedo”, somos testigos de la primera “ Jigsaw”, y se describe como primera porque parece empezar una nueva saga.
Más allá del cambio, todo es una continuación de la historia que fue raíz de todo, centrando la atención en la filosofía y el legado de Kramer. “ Jigsaw” comienza con la aparición de cadáveres por la ciudad, cuerpos que presentan indicios de haber participado de algún juego de Kramer (Tobin Bell), tristemente célebre en el presente, pero con un detalle importante: el justiciero murió hace 10 años.
Al mismo tiempo, se ve a cinco personas encadenadas que tendrán que luchar por salvar su vida en varias situaciones “didácticas”, perdiendo algo de sangre. A medida que aparecen los cuerpos, los detectives Halloran (Callum Keith Rennie) y Hunt (Clé Bennet) comenzarán la investigación para determinar quién los mató, y precisarán de la ayuda de los forenses Logan (Matt Passmore) y Eleanor (Hannah Emily Anderson).
Con la intención de mantener la esencia de los filmes de James Wan, quien escribió y dirigió las primeras películas de “El juego del miedo”, los cineastas Michael Spierig y Peter Spierig crearon “ Jigsaw” con ese juego de despiste y sorpresa, para saber quién está detrás de todo. Sin embargo, la estructura es poco sutil y a pesar de manejarlo como un homenaje, el largometraje se torna repetitivo con respecto a otras tramas que ya se han visto, y el terror gore, necesario para la continuación de la saga, no es suficiente para tapar los baches que va dejando los defectos ya mencionados.
Si bien podría decirse que su resultado es decente, porque cumple con el suspenso y un poco de sangre, lo cierto es que para ser una octava parte, en vez de buscar los extremos (algo con lo que jugaron la V y VI entrega, por ejemplo, para suplantar la falta de ideas), aquí todo parece tan lavado que las escenas no llegan a inquietar, mientras usan fórmulas que ya conocemos. Si la idea es hacer renacer el clásico de terror con filmes por venir, estos conflictos chatos deberían comenzar a ser más prominentes, porque sino es lo mismo que dejar morir la saga.