Franquicia al borde de la muerte
Por más vueltas que le den, la fórmula de El juego del miedo si bien es efectiva deja entrever un desgaste que entrega tras entrega se hace notar, más allá que siempre habrá en el público defensores de este ícono del porno de tortura que supo sorprender con su primera entrega dado el nivel y sofisticación de las torturas y máquinas de la muerte en la que un grupo de víctimas luchaba por sobrevivir a merced de la perversa mente de Jigsaw.
Escuchar su voz en esta última desventura nos retrotrae a los momentos en que todavía vivía y pretende -aunque no lo logra- sembrar la duda como un intento de recuperar la trama nuclear y reciclarla hasta decir prefiero que me maten a seguir viendo lo mismo.
Y lo mismo es precisamente: Nuevas torturas, nuevo grupo de pecadores bajo los parámetros morales y dudosos que justifican el ajusticiamiento. Algunos personajes ya conocidos en otras ocaciones como el detective Halloran, otros nuevos y el paralelismo con una trama policial que sigue las pistas a partir de los cadáveres, típico de cualquier policial berreta de esos que se alquilaban en el videoclub cuando no había otra cosa que hacer.
Para aquellos que esperen algo más sofisticado y creativo en cuanto a las muertes se quedarán con los bolsillos vacíos porque aquel ingenio de otras épocas parece haberse deteriorado al igual que las escasas ideas para forzar un final que es insultante y tramposo por donde se lo mire.
La dupla de directores alemanes, no obstante, cumple con los deberes pero pedir innovación o riesgo es como creer que todavía esta franquicia en estado de coma puede revivir con nuevas caras y aventuras dentro del porno de la tortura.