El juego de nunca acabar
Es más y más de lo mismo. La originalidad se perdió hace varias películas de la saga.
Y El juego del miedo tenía que volver, en medio de la avalancha de filmes de terror con remakes, precuelas y spin-offs de estos días.
Pero como este octavo capítulo de la saga que alguna vez fue ingeniosa –la primera película la dirigió James Wan, luego realizador de El conjuro- tiene sus guiños y secretos, tampoco es cuestión de revelar demasiado.
Aunque tampoco hay tanto para contar, porque es más o menos lo mismo de siempre. Una pierna cortada más, un nuevo cuerpo destrozado, cinco participantes despiertan con cubos en sus cabezas, encadenados y encerrados en lo que sería un granero, e intervienen sin quererlo en un juego mortal.
Lo curioso es que la voz que se escucha advirtiéndoles las reglas del juego es la de Jigsaw. Pero ¿cómo? Si Jigsaw había muerto… Está Halloran, el detective que lo perseguía, y hay nuevos personajes en un relato en paralelo: lo que sucede en el granero y el seguimiento de la policía y una pareja de forenses: él, que volvió de Afganistán tras masacrar talibanes, y ella, con cierto placer con lo repugnante.
¿Es todo obra de fanático(s) de Jigsaw, que continúan su juego? Si le da placer morboso, usted la verá. No se lo recomendamos.