Jobs

Crítica de Alejandro Castañeda - El Día

La formidable vida del señor de las pantallas

Los grandes personajes tienen poca suerte en el cine. La ficción siempre cuestiona la reconstrucción. Steve Jobs es una figura formidable, un tipo avasallante y talentoso que le puso su marca a una civilización que aprendió a latir al compás de sus increíbles invenciones. No es un filme sutil ni profundo, pero se ve con interés. La vida de Jobs tiene más de un aspecto sobresaliente y la película hace lo que puede para ir contando sin grandes saltos las instancias relevantes de una biografía tan llena de cumbres y encrucijadas. Lo muestra como un tipo genial, arbitrario, un motivador impresionante y gran negociador, un hombre que se entregó con alma y furia a lo que sintió como un mandato casi divino. También lo retrata en sus arrebatos y en sus logros, dejando ver las muchas sombras de un hombre que empezó a soñar en un garage y nos cambió la vida. Déspota, genial, implacable, Steve sólo tiene corazón para su incansable imaginación, que arrancó en el 2001 con el iPod del 2011 y que no ha dejado de cautivarnos (¿y esclavizarnos?) con sus criaturas. No está su trágico final ni sus grandes charlas, pero el guión se las ingenia para brindar algunas frases que dejó como un legado: exigió siempre lo máximo y enseñó a creer en la fuerza, en los ideales del hombre y en la necesidad de desafiar su tiempo y sus límites. Vale la pena asomarse a su vida