El evangelio de un mesías tecnológico
Ashton Kutcher hace un buen papel como el creador de Apple en “Jobs”. Pero la película es un homenaje fallido a un hombre famoso por haber introducido el concepto de belleza en el mundo de las computadoras.
A la biografía cinematográfica de Steve Jobs le faltó trabajo, podría decirse en un fácil juego de palabras bilíngüe. El cadáver del creador del Apple estaba todavía caliente cuando empezó el rodaje y se sabe que Matt Whiteley se puso a escribir el guion no bien se enteró de que Jobs abandonaba la dirección de su empresa para someterse a un tratamiento contra el cáncer del páncreas.
No fueron los únicos morbosos en esta especie de proceso de santificación que ha experimentado la figura de Jobs desde su muerte en octubre de 2011. Cualquier personaje influyente e icónico del planeta es susceptible de recibir el mismo tratamiento. Si fueron un gran negocio en vida, ¿por qué no lo serían después de muertos?
Lo reprochable es que no hayan aplicado a la película los principios de máxima calidad que Jobs predicaba e imponía a los productos que lanzaba al mercado. En este punto, no es exagerado hablar de una traición estética, un homenaje fallido a un hombre famoso por haber introducido el concepto de belleza en el mundo de las computadoras.
Pero antes de presentar la lista de reclamos, hay que señalar el mérito principal: Ashton Kutcher. Más allá de la notable semejanza física con el joven Jobs y de imitar su forma de caminar como un ganso, el actor consigue recrear ese efecto de "campo de distorsión de la realidad" que los amigos y los empleados de Jobs sentían en su presencia y que los hacía rendir al máximo de sus posibilidades.
Lamentablemente, la nómina de los problemas es un poco más larga. Por empezar, el recorte arbitrario de segmentos importantísimos de la vida de Jobs: su infancia de niño adoptado, la reconciliación con su hija, su casamiento y la lucha contra su enfermedad. Todo eso se omite o se cuenta de pasada, como si una biografía pudiera permitirse no examinar los puntos neurálgicos de la existencia de su biografiado o como si se tratara de un evangelio contemporáneo que difundiera el mensaje de un mesías tecnológico.
En el intento por explicitar la filosofía jobsiana de "pensar diferente", se desaprovecha la oportunidad de usar a la persona que mejor encarnó el drama de las corporaciones actuales para explorar a través de ella el conflicto entre la fase de creatividad y la fase de maximización de beneficios del capitalismo.
Jobs fue un nerd carismático y visionario, mucho más cercano a Edison que a Einstein, con el que la película trata de asimilarlo de manera mecánica (mostrando un retrato gigante del físico matemático en la casa de Jobs). No era necesario santificarlo en una ceremonia new age, sólo había que entenderlo.