El guionista debutante Matt Whiteley y el director Joshua Michael Stern consiguen, mediante diversos procedimientos, convertir una biografía de Steve Jobs (1955-2011) en una película anodina. Todo un logro para el lado de la desgracia. Steve Jobs, nada menos que uno de los hombres que cambió el mundo. ¿Les suenan Apple, las computadoras personales, la música en pequeños artefactos portátiles, la interfaz gráfica, el diseño minimalista aplicado a la tecnología, Pixar? Y ni hemos empezamos a hablar de todo aquello en lo que estuvo involucrado Jobs, una figura quizás hasta demasiado grande para una película, o al menos para una como ésta. Para mejor (o para peor), Jobs tuvo no pocas zonas oscuras con amigos, con familia y en su vida laboral.
Stern y Whiteley toman muchas decisiones equivocadas, como simplificar mediante procedimientos de telefilm apurado temas como "la droga", "la India", "el rechazo a la paternidad", etcétera. Así, en esos momentos logra lo peor de los actores, que tienen que hacer frente al mandato de "explicar con la cara en segundos lo que podría no haberse contado, o podría haberse contado con más tiempo o con alguna elipsis elegante". No hay elegancia ni fluidez en esta película rústica, indigna estéticamente de Jobs. Además, en un cine como el norteamericano, que tiene entre sus fundamentos una película biográfica como El ciudadano (inspirada en la vida del magnate William Randolph Hearst) y una excelente y reciente sobre Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, como Red social , el planteo de Jobs es de una descontextualización hasta ingenua. En la actuación de Kutcher, que ha demostrado gran capacidad en películas como Amigos con derechos y que es parecido a Jobs, hay también ingenuidad en la imitación casi caricaturesca de la manera saltarina de caminar de Jobs: bastaba con actuar, y Kutcher no lo hace mal cuando no se desplaza.
Por otro lado, se agregan en este relato momentos concentrados "para que estén", pero no adquieren relevancia, no se desarrollan. La relación entre Jobs y Bill Gates se reduce a un grito telefónico. La relación entre Jobs y su primera hija trata de resolverse con una elipsis, pero no se logra, y da toda la sensación de que quedó perdida en el montaje. La única línea que tiene mayor desarrollo es la laboral, con sus altas traiciones empresarias, pero Jobs tampoco se concentra totalmente en eso y lo deja a medias. La película no toma decisiones valientes, decide no sacrificar apuntes al paso. Pero en una biografía fílmica hay que tener mirada, un punto de vista unificador que vaya más allá de la acumulación. No hay tema en Jobs , hay apenas amontonamiento de situaciones. Si la película se salva del desastre absoluto es por una cierta corrección (aunque más propia del telefilm que del cine), y sobre todo porque el biografiado es de una relevancia difícil de exagerar. Así y todo, director y guionista quedan muy cerca de lograr una biografía sin vida alguna.