Las melosas aventuras del empresario iluminado
Inevitablemente, la película sobre Steve Jobs finalmente es. ¿Y qué es? Una algarabía sin disimulo hacia el genio detrás de Apple y Macintosh. O también: un film dedicado a celebrar con buena memoria al gran empresario.
A diferencia del abordaje expuesto por David Fincher en Red Social (2010), con Mark Zuckerberg como figura eje pero también excusa desde la cual localizar una transición de época, en donde Facebook aparece como bisagra -extraordinaria pero delatora-, en Jobs el planteo se reduce al recorrido almibarado, idealizado, sobre su personaje emblema.
En este derrotero, el Jobs de Ashton Kutcher -de poses y andar miméticos con el original, sin matices, sin dramática- se corresponde con una película preocupada por trazar el recorrido de un iluminado, de un marginal provisto de ideas para el mañana, casi imposibles. Manipulador, obsesivo, seguro de sí, inclemente pero genio. Ah, y gran empresario.
De esta manera, con referencias puestas en su caminar descalzo y las prédicas de gurú de los '70, más el ácido y la comprensión de unos padres siempre amables (mamá tiene lista la fruta para el nene, papá el garaje donde éste arme sus juguetes computarizados), Jobs sobrevendrá como líder de un grupo de "marginales" que tomarán por asalto el mundo de las computadoras personales. Pero nada es tan fácil, harán falta mecenas y también algún demonio; aquí entonces: Bill Gates.
La exposición argumental es tan sencilla, banal, didáctica y babosa por la figura que reseña, que mal podría pensarse en un retrato de vida que exponga fisuras, sino en todo caso en la plasmación de un "visionario", de alguien que ha "cambiado el mundo", cuyas armas hubieron de asomar desde el empeño, la persistencia, etc. Para arribar, por último, al panteón mayor: el éxito económico.
Porque la película es esto y nunca otra cosa. Exito económico. Jobs es quien es porque hizo ganar dinero. Y el slogan final de la película lo corrobora. Slogan y no frase cualquiera, porque se trata de un film eminentemente publicitario, enamorado de la lógica a la que pertenece. Jobs, así, es la marca registrada mayor, a respetar, a querer seguir. Va el slogan: "Apple se convirtió en la empresa más valiosa", del mundo seguramente. Qué importante. Qué grande Jobs. Cuántos son los que, seguros de tal superioridad, eligen seguir su ejemplo, idolatrarle, tenerle fe. A la par de libros como Maquiavelo y la empresa o cosas similares.
Nada de lo dicho es estrafalario. Sino que está implícito en "el mensaje" del film. Por ejemplo: Jobs habla y un contraluz del más allá le ilumina, Jobs presenta el iPod y la multitud queda boquiabierta, Jobs vuelve al garaje paterno y papá le asiste comprensivo (ay, Jesús carpintero...), más una resolución que permitirá equilibrar responsabilidad familiar con obsesión por su trabajo. Insoportable.