John Carter de Marte es un título influencial de la ciencia ficción, y data de 1912. Precisamente es la primera novela popular que escribió Edgar Rice Burroughs - a quien todos conocemos como el padre de Tarzán -. En sí, John Carter no es sci fi clásica - en donde abundan las descripciones científicas y elaboradas teorías alternativas sobre el funcionamiento del universo - sino que se trata de una fantasía maquillada de aventura espacial. En ese sentido John Carter no difiere demasiado de relatos como Sandokan o El Ladrón de Bagdad; lo único que varía es el escenario y un par de excentricidades como para decir que la acción transcurre en otro planeta.
Después de mucho trajinar llega esta adaptación a la pantalla grande, proyecto por el que pasó una tonelada de gente durante las décadas que demoró su gestación - desde Ray Harryhausen, John McTiernan y Robert Rodriguez hasta Kerry Conran y Jon Favreau -, y que recién pudo encaminarse en el 2007, cuando la Disney adquirió los derechos. En el interín aparecieron los estudios The Asylum - especialistas en rodar mockbusters o "títulos sospechosamente parecidos a los blockbusters del momento, pero disponibles ya en el estante de su video club" - , los cuales aprovecharon el detalle de que los derechos de la novela eran de dominio público y decidieron mandarse con su propia versión - La Princesa de Marte - en el 2009, la cual es bastante fiel al libro pero termina siendo un engendro a medio cocinar. Ahora la Disney ha logrado materializar su propia y suntuosa versión, poniendo al animador Andrew Stanton (Wall-E) al frente del espectáculo. Pero el resultado final es un mix de grandes escenas y problemas narrativos, y aunque las virtudes superan a los defectos, el conjunto no termina por ser satisfactorio.
Hay que considerar que el proyecto tenía una gran cantidad de obstáculos desde el vamos. El más importante de ellos es su falta de originalidad frente a los ojos del espectador moderno. Las generaciones modernas han devorado centenares de filmes entre los que se incluyen Superman, Flash Gordon y, especialmente La Guerra de las Galaxias - todos ellos, títulos que han mamado conceptos y estilos del original de Rice Burroughs - con lo cual, cuando vemos a John Carter montado en un bicho en el desierto, inmediatamente decimos "esto lo sacaron de los guerreros Tusken de Star Wars" (y, como ello, se podrían citar cientos de referencias en cada fotograma de la película). Es difícil poder analizar en solitario una historia que es muy antigua y a la que cientos de filmes posteriores depredaron masivamente sus ideas. Aún así, John Carter: Entre Dos Mundos se las ingenia para inyectar energía a cosas que uno siente como recicladas, como las batallas con los navíos aéreos o la arena de combate en donde aparecen un par de monstruos enormes y peludos (más de uno dijo "eso lo copiaron a Episodio II, El Ataque de los Clones"). Esas escenas son espectaculares y están bien rodadas.
El otro obstáculo a vencer es la obsoleta ciencia que impregna al relato original, que va desde la presunción que Marte es habitable y tiene ríos, hasta el viaje "mental" que hace Carter para llegar al planeta rojo. La Disney ha intentado camuflar esto, sacando el "de Marte" del título "John Carter" (o reemplazándolo en castellano por el "Entre Dos Mundos"), pero ello no evita que la gente lo tome como ridículo (nadie analiza tomar esto como una aventura de fantasía de antaño).
El tercer problema es la estampa del mismo sello Disney en el poster de la película, lo que suele equivaler al beso de la muerte en la taquilla para cierta clase de filmes. La Disney vende muy bien dibujitos animados y aventuras de Julio Verne, pero aquí el objetivo que se plantean es muy grande - se gastaron 250 millones de dolares en esto, esperando que se transforme en la próxima Star Wars -, y el logo del ratón Mickey solo termina por espantar a aquellos que tienen más de doce años. Hubiera sido mejor que la Disney comercializara el producto por otra vía (como tenía el sello Buena Vista en una época) que con su chapa oficial, la cual no atrae al público para el cual fue específicamente orientado el filme.
Y el cuarto problema es el excesivo respeto por la historia. El director Andrew Stanton debería haber simplificado varios aspectos cruciales, como es la crónica inicial de los sucesos que llevan a Carter a Marte (se podría haber contado en un flashback en vez de apelar a algo tan elaborado y largo), o la compleja relación que mantienen las razas entre sí en el planeta rojo. Hasta la causa de los Therns no termina siendo muy clara que digamos - son unos interventores divinos que establecen el orden que se les place en un planeta determinado para luego aprovecharse de ello -. Todo esto se traduce en algunos momentos de confusión o escenas demasiado alargadas, o cortes al relato (como los flashbacks de la esposa de Carter) que no terminan por aportarle substancia.
Es posible que mi review sea injusta con un clásico que ha sido transcripto de manera respetuosa. El problema es que todo lo visto en pantalla parece copiado de filmes que uno ya conoce, precisamente porque éstos se inspiraron en el original literario de Burroughs. Pero también es cierto que da la impresión de que al director Stanton el relato se le escapa de las manos en determinados momentos. Como sea, el filme no es tan redondo ni todo lo emocionante que debería ser, y no va a llegar a ser la próxima Star Wars. Eso es seguro aunque, en el fondo, sea una verdadera lástima.