La Aventura supermillonaria
Edgar Rice Burroughs(1875–1950) fue un prolífico escritor de género fantástico célebre por sus series de historias ambientadas en Marte, de Pellucidar -que tienen lugar en el centro de la Tierra- y, en especial, por la creación del mundialmente famoso Tarzán.
Entre sus celebridades de personajes es indudable que el más popular fué este último, vertido miles de veces en filmes y series de tv, pero también "La princesa de Marte", en la cual se basa esta nueva propuesta de la productora Disney. Aquí el héroe John Carter que es militar en la Guerra de Secesión y que huye de una horda de apaches se esconde en una extraña caverna y por un hecho fortuito se vé trasladado de una a Marte.
Allí lo aguarda una fantástica aventura con criaturas llamativas -el encuentro primero entre éste y ellas es formidable-, son habitantes rarisimos de 4 metros de altura y con un idioma que luego de (otro) hecho le será entendible. Pronto se hallará con una princesa y en el medio de un batalla entre pueblos marcianos.
El genuino sabor de la aventura a lo grande -tipo saga "Star wars", donde indudablemente abrevó George Lucas y unos cuantos más- se hace presente y pese a uno que otro reparo que no la determinan como fuera de lo común en su propuesta, es lo suficientemente disfrutable como para engancharse en la historieta con buenos efectos especiales y maravillosa fotografía entre otros valores fílmicos.
Cuanta boludez en 3D y mega promoción de otras pelis actuales caen en un bodrio impresionante, aquí en cambio si uno quiere disfrutar cual niño que cree en la posibilidad de un guión lleno de géneros entremezclados -del western a lo épico, de la CF a la más absoluta fantasía-, la oferta puede superar a lo esperable.
Andrew Stanton, director de "Buscando a Nemo " y "Wall-E", se las ingenia para montar esta aventura demasiado costosa (250 palitos verdes, y algunos aseguran más sumando tema promoción) que seguramente no recaudará la inversión, razón por la cual está verde la continuación de la saga, lo cual sería un lástima pero el cine tampoco es perfecto en conjunción industria-números.