Deber para el hogar: cosas que aprendí viendo John Wick:
Los cuchillos no sólo sirven para cortar la comida.
Los lápices no sólo sirven para escribir.
Los perros a veces no son los mejores amigos del hombre.
Los libros no sólo se usan para leer.
John Wick es tan caritativo que te puede arreglar en un segundo un problema de conjuntivitis o una muela cariada sin necesidad de anestesia.
Y… que no hay nada mas peligroso que un tipo desarmado.
Bienvenidos a la apoteosis de la locura, la violencia y la testosterona. Si Tarantino convirtió a la violencia en arte, la saga de John Wick es – por definición – una trilogía de obras maestras. Nunca ví despachar a tantos monos de tantas maneras diferentes. Tirar miles de puñales uno tras otro como si fueran balas, partir cabezas al medio lanzándoles un rifle de asalto descargado – como si fuera su propia versión del RompeTormentas, el hacha que estrenó Thor en la última de Los Vengadores -, o usar perros entrenados como letal soporte de combate armado a puertas cerradas. La primera hora es un delirio tan grande que te deja doliendo la cara de tanto sonreír. Es una andanada de refriegas, una tras otra sin descanso, y donde el veterano Keanu Reeves refrenda que es el icono del cine de acción de la última década. Nunca hubo nadie tan violento ni tan expeditivo en el cine en los últimos años, sean Los Vengadores, John McClane o Liam Neeson… juntos. El tipo mata gente a una velocidad pasmosa y de las maneras mas creativas posibles.
La primera hora es una carnicería constante y es lo mas genial que he visto en los últimos tiempos. John Wick, asesino a sueldo de altisima reputación obligado a salir de su retiro profesional por circunstancias fuera de su control, ha comenzado a librar una batalla personal que culminó con el enojo del sindicato de asesinos (llamada “la Alta Mesa”), quienes lo proscribieron y le pusieron precio a su cabeza. Tras una sucesión de batallas campales llega a un refugio de la mafia rusa donde nos enteramos que Wick es un nombre inventado y que el tipo es un bielorruso que se llama Jardani Jovonovich (!). Apelando al honor de la directora de la Ruska Roma (Anjelica Huston), Wick consigue un boleto de ida a Casablanca, Marruecos, en donde reside el mandamás de la Alta Mesa. Si tan solo pudiera ubicarlo en persona para poder negociar un perdón, Wick podría poner fin a la matanza… aunque ello implique que tenga que pagar un precio exorbitante por la paz de su alma.
Durante la primera hora John Wick 3: Parabellum funciona como un relojito. La acción es gloriosa. La payada, inspirada. Derek Kolstad saca la guitarra y se pone a inventar cosas de todo tipo, engrosando la fascinante mitología de la saga y dando a luz algo digno de comic. Como que la Alta Mesa desciende de la orden de los Hassassins – ¿se acuerdan de la cofradía de sicarios a los que se enfrentaba Jake Gyllenhaal en El Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo (y que era lo mejor de la película)? -, o que el sindicato posee un comité de disciplina formado por individuos plenipotenciarios (Adjudicadores), capaces de dictar juicio sumario a quien sea sin importar el rango que tenga en la organización. O el personaje de Halle Berry, una ex asesina que tuvo una hija y que le encargó a Wick que la ocultara en el mayor de los anonimatos, no sólo para que no conociera los horrores de la profesión de su madre sino para evitar que sus potenciales enemigos pudieran encontrarla, lastimarla o utilizarla como moneda de cambio (un favor enorme que ahora Wick viene a cobrar, pidiéndole que lo lleve hasta el jefe de la Alta Mesa). O el asesino ninja (Mark Dacascos, arruinando con picos de sobreactuación lo que podría haber sido un memorable némesis) que admira a Wick y pasa sus noches preparando sushi en un puesto callejero. Eso sin contar con las guaridas secretas donde forjan las monedas de oro con que se maneja la organización así como los escudos que indican el grado de poder dentro del sindicato. Sí, sí, es sanata de alto vuelo, oh, yes.
Mientras que todo eso es impecable, lo que sigue en la segunda hora ya no está tan inspirado. La acción comienza a volverse algo repetitiva y cansadora, aunque sigue siendo intensa. Pero si el director Stahelski mantiene la energía aunque la novedad de los trucos se vaya agotando, el que parece perderse es el libretista Kolstad. De pronto, no todo es tan claro. La trama de traiciones, contra traiciones y acuerdos secretos se vuelve confusa y sin propósito. La coherencia empieza a quedar pagando y todo parece un intento forzado para engendrar una cuarta parte que nadie esperaba. Definitivamente no ocurre la esperada “guerra total” contra la Alta Mesa sino que todo queda estancado en un estadío intermedio y con personajes comportándose de manera no muy coherente que digamos.
Si John Wick 3; Parabellum es recomendable, que no te quepa la menor duda. La primera hora es impecable y es increíble la cantidad de veces que te vas a reír con ganas debido a las animaladas que se le ocurrieron a los responsables del producto. Con 55 años Keanu Reeves es un soldado admirable, y le pone el cuerpo a un esfuerzo físico tremendo (la Berry no se queda atrás y hasta me gustaría ver una película basada en su historia personal). El es el que saca a flote la saga y el que se ha ganado el comeback que está teniendo (ahora la gente de Marvel amenaza con tentarlo para darle un rol en el MCU). Pero la franquicia está amenazando con salirse de madre por una cuestión de codicia. Por eso el grueso de las sagas no pasan de trilogías (a menos que tenga un sólido sustento literario detrás, como Harry Potter o James Bond), y acá Kolstad corre el riesgo de cometer el mismo pecado que los hermanos / las hermanas Wachowski, que es irse en ambiciones y extender tanto la mitología que después no hay manera coherente de poder atar todos los cabos. John Wick 4 llegará en dos años, y depende de la creatividad de Kolstad que sea un golazo de media cancha… o el ancla que termine por hundir a una franquicia tremendamente prometedora y de lo mejor que ha surgido en la última década.