La nueva John Wick, que no será la última, arranca segundos después de donde terminaba la anterior. Wick (Keanu Reeves) es un excomunicado, una especie de paria que quedó afuera de su oscura organización criminal, la Mesa Suprema. Con precio, alto, por su cabeza. Todo el mundo lo quiere matar, allá adonde vaya. Pero él, se sabe, es el ejército de un solo hombre: los primeros quince minutos ofrecen un festival violencia y carnicería que es de lo más gozoso del cine de acción en tiempo. Con su traje oscuro, su melena y su monosilabismo, el protagonista icónico -que le proveyó a Reeves, sino el papel de su vida al menos un increíble relanzamiento- es un héroe apaleado y apaleador que huye hacia adelante, matando como quien clava una chincheta, de las manera más práctica y desapegada, con lo que tiene a mano. Un libro de tapa (muy) dura, cuchillos, piñas, patadas y una absurda cantidad de balas.
John Wick 3: Parabellum es, claro, un show agotador y sin pausas. Que funciona como funciona, atrapándonos como si estuviéramos ahí, por una puesta que privilegia el plano conjunto sobre la edición frenética, la acción real sobre los efectos especiales, y el sonido, con sus silencios, por encima de la sobremusicalización. Aunque de todo eso hay, y, cómo no, en dosis generosas. Desde Bush a Vivaldi. Bien lo saben los fanáticos de esta saga, que se consolidó como una especie de nuevo subgénero, heredero del de John Woo y si quieren, del de héroes de acción a la Chuck Norris, y de la dinámica de los videojuegos. Los que comparten videos sobre el rodaje para ver cómo el director y doble de riesgo, Chad Stahelski, mueve su cámara como si fuera un arma, entre los actores que bailan coreografías de muerte. En escenas de colores estridentes que parecen salidas de las páginas del cómic.
En su trama de huida, Wick se encuentra esta vez con personajes que pueden ayudarlo, en distintas partes del mundo. Difíciles de reconocer, y con peso relativo entre una secuencia de matanza y la siguiente, pasan por allí Anjelica Huston y Halle Berry. Además, hay una dura emisaria de la organización que visita a sus posibles aliados para asegurar que el excomunicado deje de molestar de una vez. Obsesionada con la aplicación de Las Reglas y a cargo de la no binaria Asia Kate Dillon, en un registro muy parecido al de la serie Billions.
Hay mucho humor, y tantas ideas, en la creativa Parabellum que, lejos de cansar -y a pesar de que le sobran algunos minutos, o sea, unos cuantos cadáveres- te deja con ganas de seguir pasándolo así de bien. ¿Y todo esto por un perro?, le pregunta alguien a John Wick. Cómo no va a tener fans un Baba Yaga como ese.