En 2014 se estrena la primera entrega y tres años después su secuela. El capítulo tres llega a la gran pantalla en 2019. “John Wick” no temió a lo excesivo, a lo reiterativo y a lo burdo a la hora de erigirse como un referente comercial y rendidor del cine de acción contemporáneo. No necesita refundar el género con tal de mantenerse fiel a unos preceptos conceptuales y estéticos en los que confía ciegamente. Reflejo de las modas que imperan, entre sagas, secuelas y reboots a rabiar, a pesar de las limitaciones que la describen, y maquillando ciertas flaquezas evidentes, “Wick” hace de lo cool su pan de cada día. Mérito nada desechable para un film que, sin tener una major detrás para su promoción, prolonga su permanencia en el tiempo y su proyecta a futuro como un micro universo con entidad propia.
Con casi un año de retraso llega a las salas un abordaje ciertamente violento y profano. La cuarta entrega de Wick no otorga respiro alguno, atiborrándose de escenas coreografiadas y una leve excusa argumental ligada a su predecesora. Derek Golstat firma el cuarto guion de la serie, concibiendo una entrega que bordea las tres horas de metraje. La narrativa se desprende lo más posible del canon genérico: un nimio argumento no escatimará recurrir a armas más o menos convincentes a la hora de validar su primer mandamiento espectacularidad y violencia bruta ¡Qué manera de matar gente! ¡Qué nivel de abstracción total y absoluto! Un mundo fantástico abarrotado por asesinos. Desaparece la teatralidad en detrimento de un bucle de escenas de acción, y el irrompible superhéroe exhibe sedienta búsqueda de venganza. En versión extendida llega la violencia excesiva, compensando desequilibrios…
Dirigida por el otrora doble de acción Chad Sathelski, con producción del también efectista David Leitch (“Tren Bala”), esta franquicia sobrecargada de luchas cuerpo a cuerpo, expande la barbarie en ampulosas persecuciones y estruendosos tiroteos. Nos abruma de acción y coreografías, porque la abundancia es virtud según sus cuestionables preceptos. La propia absurda condición, dispuesta a entretener a cualquier precio, valida el enésimo cliché, presentándonos una maratón de situaciones irreverentes que nos programan de antemano a no contradecir lo expuesto en pantalla, al punto de sobornar todo verosímil habido y por haber. El lenguaje cinematográfico utilizado se presta a la artificialidad: picados, contrapicados, tomas cenitales; el espíritu gamer en su cenit toma control. Hay mil formas de matar, bajo un haz de luces de neón saturadas.
“Wick 4” firma una portentosa estética de la violencia. Como aspecto positivo, una variopinta banda sonora sirve de acompañamiento a tan imaginativa puesta en escena. Los asesinatos saben bien dónde desenvolverse; abundan trenes, pistas de baile, museos y salas de espejos. Al otro lado, un hombre debe prepararse lo suficiente para enfrentar a la muerte. Porque siempre hay algo por lo cual morir y alrededor vagan fantasmas, en busca de su propio cementerio, tal y como el argumento nos alecciona. Cada quien es dueño de su pequeña por porción de paraíso, y Sathelski lo sabe. El sicario vestido de negro se reconoce mortal y elige su epitafio. ¿Hacia dónde ir ahora? Inexplicable resulta que el director lo haga estrellar contra el asfalto con insistencia, aunque milagrosamente no sufra rasguño alguno. Wick es el colmo de la falta de sentido.
Mal que nos pese, el carácter del renacido Keanu Reeves mucho tiene que ver con el fabuloso éxito de la saga. El veterano héroe de acción otorga inseparable impronta a un personaje que le ha otorgado segunda vida a su menguante carrera en Hollywood. Ian McShane, Bill Skarsgård y Laurence Fishburne (¿es posible no pensar en Orfeo y su nostálgica reunión con Reeves casi dos décadas después de “Matrix”) secundan al bueno de Reeves, estoico en la piel de un legendario asesino retirado y doliente esposo, al encuentro de nuevos pleitos. Así y todo, rueda exageradamente por las escaleras. Pero sobrevive. A lo largo de una interminable noche piden su cabeza; se anuncia un duelo al sol en la ciudad de la luz. Las balas silbaban cerca, pero el héroe muere de la forma más románticamente insulsa. ¿Qué me cuentan de las hazañas de un perro indestructible?
La película acumula cuerpos desparramadas, masacrados. No es precisamente una obra de arte lo que ocurre a los pies del Arco de Triunfo. Escenas después, “Wick” corre peligrosamente los límites vídeo juego filmado. No menos irrisorio resulta que cierta corriente crítica levantara comparaciones entre este film y el cine de Martin Scorsese o Walter Hiil. El clasicismo narrativo se ríe a carcajadas, porque “Wick” está en pañales cinematográficos y empalaga de artificiosa. Antes de levantarse de sus asientos, presten especial atención a la desechable escena pos-créditos para convencernos de que la cuarta entrega se debe a una nula capacidad de decisión y criterio. Mejor, aguardemos nueva vida gestándose en el spin off “Ballerina”, protagonizado por Ana de Armas y en la serie de Amazon “The Continental”, con fechas de estreno para el corriente calendario 2023.