Rowan Atkinson es famoso especialmente por “Mr. Bean”, y Johnny English, una sátira de James Bond tuvo dos entregas anteriores pasables y esta tercera, luego de siete años de silencio, que hace que uno se pregunte el porque de la insistencia con tomar en broma a un espía famoso, con un guión pobre y pocas ironías para el género. Solo el rescate de un viejo agente retirado que no entiende de celulares y autos híbridos y que pretende hacer de lo “old fashion” un atractivo especial y funcional. En la trama un ataque cibernético de parte de un multimillonario de Silicon Valley, hambriento de poder, solo puede resolverse con los agentes jubilados, porque los demás activos son puestos en descubierto. Así aparece Johnny que con un desastre elimina la competencia y queda con su viejo ayudante como única salvación. Hay que reconocer que algunas escenas están muy logradas con humor físico y otras con recursos burdos. Posiblemente divierta a los niños y esa sea la intención de los productores. Por lo demás, en un largo argumento donde aparece Emma Thompson como primera ministra y Olga Kurylenko, un ex chica Bond, no alcanza para soslayar el tedio y para pensar que Atkinson merece un mejor soporte o quedarse para siempre con su otro personaje.