AL SERVICIO INDISCRETO DE LA PARODIA
Ya casi se puede perder la cuenta de la cantidad de parodias que existen sobre el más célebre de los agentes secretos y aún vigente, James Bond. Las hubo desde el principio con aquella Casino Royale que supo tener a David Niven como un 007 retirado y a un Peter Sellers tan histriónico como siempre completando una versión muy libre y desquiciada sobre el libro de Fleming. Luego vino el que quizás sería el más emblemático y el que tampoco pierde un ápice de gracia cada vez que uno ve un episodio y hablo de Maxwell Smart y su Súper Agente 86, clásico televisivo de Mel Brooks que no tuvo igual. Mención especial para Austin Powers y su personalísima versión de un agente secreto con todo el glamour y pop de las décadas pasadas y quizás algo del Frank Drebin de La pistola desnuda, que si bien era policía y no agente secreto supo hacer grandes escenas que parecían calcos de situaciones bondianas llevadas al extremo.
Pero hoy hablamos de nada menos que una tercera entrega de Johnny English, un personaje que no disimula en absoluto el paralelismo con el agente creado por Fleming, y que incluso pertenece a la misma agencia gubernamental.
Lo que quizás sea injusto es hablar de English cuando en realidad hablamos de un Mr. Bean más refinado, que recrea su estilo de humor, ese tan característico que un actor más que versátil como Rowan Atkinson sabe componer. Porque más allá de la popularidad que le diera ese personaje cuasi mudo y que además llegó al cine en más de una oportunidad, Atkinson tiene una carrera repleta de personajes con poco o ningún contacto con la comedia, además.
Y entonces, una vez ubicados en lo que intenta hacerse con esta tercera historia de un agente torpe y suertudo como es English (puntos de contacto que también tiene con un tal Inspector Clouseau), podemos meternos en la misma y hacer un intento de comparación con sus predecesoras y sacar algo en limpio.
Johnny English 3 comienza cuando una amenaza cibernética revela la identidad de todos los agentes secretos del servicio británico y eso los deja con la guardia baja y con máxima vulnerabilidad. La única esperanza queda en un puñado de hombres ya retirados entre los que está nuestro agente, pero enseguida se convertirá, por pura y genuina torpeza, en la única opción posible para llevar a cabo la misión. Claro que no está solo sino que se acompañará de su amigo y socio de anteriores aventuras, el bueno de Bough, que volviendo a la analogía con el detective de La Pantera Rosa, hará a las veces de su “Kato”. Completan el equipo Olga Kurylenko como la chica dual-doble agente que no puede faltar, Emma Thompson como una Primer Ministro muy particular y el villano, un gurú informático que podría haber sido encarnado por cualquiera.
Si se preguntan si tres veces son suficientes para una saga paródica como esta, con un agente retirado y devenido en profesor de secundaria y vuelto a la acción con excusas cada vez más inverosímiles, la respuesta es un rotundo sí, aunque no porque esta sea la peor de la saga ni mucho menos. Los gags tienen timing, los chistes basados en juegos de palabras son efectivos y el humor físico está muy bien jugado. El argumento es casi lo de menos, pero creería que ya está y no se puede seguir estirando la cuerda, sobre todo cuando se llegó a una trilogía con una base de público que la sustenta.
En definitiva, Johnny English 3 vale tanto la pena como las expectativas que despierta, porque cumple lo que promete y no va más allá; ni siquiera lo intenta.