Parodia de lo que ya eran parodia -los films de James Bond- pero que ya nadie recuerda como tales. Parodia atkinsoniana, del señor Bean, o sea con torpezas fuera de un sistema lógico sólido pero que revelan una identidad cómica clara, con fieles seguidores. Humor inglés de candidez rayana en lo vetusto, en una historia de espionajes cibernéticos y persecuciones que no se arman del todo. Emma Thompson se divierte más que nadie en la sala como primera ministra, y no se la nota abrumada por la enorme cantidad de chistes que se ven venir a buena distancia. La mejor secuencia de la película, la de la realidad virtual, prueba que el humor en el cine industrial suele beneficiarse de una narrativa que lo potencie, aunque sea mínima. Y de una dirección que le dé sentido, aunque sea el de la tradición británica del nonsense.