¿Es posible que un filme terrible tenga secuela?. Así es, y Uwe Boll es la prueba viviente de ello. No importa la critica, no importa la escasa afluencia de público... si al final los números dan alguna ganancia, el pudor se guarda en algún lugar (escondido de la luz del Sol, por supuesto) y uno sigue adelante por culpa del vil metal. Johnny English (2003) fue una parodía del género de espías que llegó muy tardía, y posiblemente haya sido un intento inglés de ocupar el cetro que había dejado vacante la saga de Austin Powers. A mi juicio era un engendro que bordea lo intragable - nunca pude superar los 15 minutos iniciales del filme -, pero a los productores le debe haber dejado algún dinero. Ahora - 8 años después! - llega la secuela, la que está algo mejor pero no termina de ser una comedia decente.
Es posible que el tema pase por el ego de Rowan Atkinson - a final de cuentas, el capo cómico es un amante de los autos veloces y posee incluso hasta un fórmula 1 en su colección privada, razón por la cual le gustaría protagonizar su propio film de aventuras -, o por productores inescrupulosos que compraron la franquicia y decidieron exprimirle algún dolar más... vaya uno a saber. La primera Johnny English venía con la particularidad de haber sido escrita por los libretistas actuales de la franquicia Bond - Neal Purvis y Robert Wade -, lo cual no es garantía de nada: escribir prolijamente aventuras de 007 no los convierte necesariamente en expertos en comedias, y la prueba está en que todo el mundo repudió la primera película. Ahora tenemos esta secuela, la cual no es exactamente una pelicula barata - hay despliegue de producción y abundantes escenarios -, que tiene un par de momentos tibiamente cómicos y nada más. Es larga - a los 50 minutos ya se resolvió el 90% de la trama... y aún le queda una hora por delante -, insulsa y fronteriza en lo aburrido.
El problema es que el guión no sabe hundir el cuchillo en la potencial sátira que subyace bajo toda la historia. La idea de un Toshiba Mi7 - un servicio secreto inglés privatizado y adquirido por corporaciones japonesas - es hilarante, pero no pasa de ser un gag visual de 5 segundos. Rowan Atkinson como una especie de espia zen entrenado por monjes tibetanos es una idea explotada en los 10 minutos iniciales - que probablemente sean los mejores del filme -, y después abandonada sin demasiados remordimientos. El resto es un reciclado de escenas y persecuciones propias de la franquicia 007 - hay otro encuentro en un club de golf a la Goldfinger; hay otro climax en los alpes suizos como Al Servicio Secreto de Su Majestad; hay una persecución con Alfa Romeos negros, tal como en Quantum of Solace; etc -, algunas con más gracia que otras, pero ninguna es demasiado cómica que digamos. La conspiración es tonta e insípida, y los personajes secundarios tampoco ayudan - Rosamund Pike es un hermoso florero que prácticamente no tiene cabida en el relato; y la britanizada Gillian Anderson (Scully!) parece una momia con peluca morocha, exhibiendo un horrendo acento inglés y dando vergüenza ajena en un papel inmerecido -.
Si puede evitarla, se hará un favor. Johnny English Recargado es pobre en ideas y risas, y sólo se justifica verla cuando la pasen gratis por el cable... y si no hay otra cosa mejor, siquiera en el Canal Rural.