Hace reír si se es fan del actor de “Mr. Bean”
En su primer film, el agente Johnny English había evitado que un francés se adueñara de la corona británica, lo que le había valido el título de caballero. Pero ahora, luego de un desastroso e innombrable episodio en Mozambique, English está solo, ha perdido su título y se encuentra exiliado en un monasterio en el Tibet donde practica extrañas variedades de artes marciales. De todos modos lo vuelven a buscar, ya que el M17 lo necesita (el organismo ahora está privatizado y se llama algo así como Toshiba British Inteligence).
Es que hay una sociedad de asesinos que acecha al mundo civilizado y, por algún motivo, el único que los puede detener parace ser el ultra torpe Johnny English, que de todos modos antes de entrar en acción debe someterse a un test psicológico aplicado por la ex chica Bond Rosamund Pike. Luego, aunque este agente es un poco más que levemente racista, debe aceptar como pareja a un espía negro (Daniel Kaaluya), para recién ahí empezar la acció propiamente dicha.
Aunque, claro, en una película con Rowan Atkinson, más conocido como «Mr. Bean», lo que menos importa es la trama, ya que todo el asunto se trata de una batería de gags que como sucede en estos casos a veces funcionan mejor, a veces peor. En este caso funcionan bastante bien, por momentos mejor que en el film original de 2003, porque, además de las increíbles caras que puede poner este gran comediante experto en humor físico, hay un buen guión que acomoda los elementos a su favor. Empezando por una buena cantidad de gadgets propios de los films de 007, como un lápiz de labio/arma mortal, o un Rolls Royce activado por la voz que da lugar a una serie de chistes sin desperdicio. Por supuesto, como finalmente casi toda la comicidad depende de las extrañas muecas que hace el protagonista, cada espectador debe saber cuál es su punto de resistencia a Atkinson antes de decidir si va a ver esta película.