JoJo Rabbit: Un humor semi negro.
Jojo Rabbit es una comedia gris sobre un niño nazi donde nadie quiere ligarse a Scarlett Johansson.
¿Qué se podría decir de una película cómica que además es bélica cuyo protagonista es un niño nazi de diez años que tiene a Scarlett Johansson como madre y a Adolf Hitler como amigo imaginario? Probablemente vendría a nuestra mente que el próximo nombre en ese cast sería el de Will Ferrell y que la cinta moriría en la tele siendo transmitida una vez a la cuaresma a las 3 AM cuando sólo los alcohólicos, los desempleados y los solitarios están despiertos. Afortunadamente, este no es el caso de Jojo Rabbit (2019), la última película de Taika Waititi a quien ya hemos visto como director en Thor: Ragnarok y Avengers: Endgame.
Basada en el libro Caging Skies de Christine Leunens, Jojo Rabbit es una comedia pero también una coming-of-age —más adelante veremos por qué— sobre Jojo «Rabbit» Betzler (Roman Griffin Davis), un niño miembro de las Juventudes Hitlerianas que, tras volver de campamento, descubre a Elsa (Thomasin McKenzie), una adolescente judía que se esconde en su casa, cuya presencia hará que Jojo reflexione sobre su forma de ver el mundo.
Este es el trabajo más dedicado de Waititi desde «Hunt for the Wilderpeople» (2016), gracias a que no sólo dirige sino que además, produjo, escribió y encarnó el papel de Hitler en esta comedia no tan negra que es Jojo Rabbit. Desde el punto de vista cómico, la cinta no es del todo una comedia negra, es más bien una gris, pues mezcla elementos cómicos del humor negro con otros más cercanos al estilo de Los Tres Chiflados o a los diálogos llenos de ironía y sarcasmo propios de la comedia de situación.
A esto se le añade su talento propio para explotar la esencia primigenia del chiste: la incongruencia inesperada, por ejemplo (no es un spoiler): “— Che ¿dónde vivís? — ¿viste las casas chetas de allá con pileta y autos copados? —Sí—, bueno, al lado—”. La gracia del chiste anterior (si es que la tuvo) recae en el factor sorpresa donde nadie espera que el interlocutor diga “al lado”, bueno, en Jojo Rabbit, Waititi hace algo así con un diálogo que incluye pastores alemanes cuyo final es tan obvio que todos lo pasarán por alto hasta que el mismo Waititi los sorprenda.
¿Qué podría ser mejor que una mujer disparando una ametralladora MG-42?, pues la actuación de Sam Rockwell como el Capitán Klenzendorf, el bufón de corazón noble y uniforme de la Wehrmacht que hizo de estrella en los momentos cómicos haciéndonos sentir lástima y empatía por aquel militar nazi. Dio uso a la sobreactuación y la actuación sin caer en la morisqueta, talento que equivale a esculpir con chatarra, un solo error y todo se verá mal pero este no fue su caso.
Roman Griffin Davis, el niño fanático del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, definió con su actuación a este filme como algo más que una comedia. Gracias a él, se sabrá que estamos ante una coming of age donde el pequeño muestra cambios sutiles que lo vuelven más maduro y menos inocente conforme pasan los fotogramas. Su trabajo de actuación fue tan minucioso que puede compararse con una flor abriendo sus pétalos luego del alba, no vemos qué ocurre hasta que ocurre.
Ahora hablemos de lo que todos estamos esperando, el rol de Scarlett Johansson, encargada de dar vida a Rosie Betzler, la mamá de Jojo, en un papel más que inspirado en Guido Orefice, personaje interpretado por Roberto Benigni en su película La Vida es Bella. Scarlett Johansson hace de madre abnegada con un método de crianza que implicar mezclar el juego con la realidad en un intento por romper el la barrera ideológica que separa al Jojo nazi del dulce niño que una vez fue, Scarlett fue capaz de mostrarse como una mujer llena de vida pero con un profundo dolor que se manifiesta entre líneas antes de que lo veamos en sus ojos vidriosos.
Como ya se sabe, lo anterior deja un gusto amargo en la comedia que debe ser esta película, lo cual es otro mérito para el director, pues Waititi logró convertir lo cómico en algo tan maleable como si fuera una amalgama de oro, que une a lo bélico con lo coming-of-age y la tragedia que acarrean los dos géneros anteriores, todo eso como si se tratase de un filme armado usando el kintsugi.
Le bastó un plano para mostrar sin caer en el morbo el suceso más crudo de toda la película, recreó la guerra sin grandes escenas de batalla y además lanzó una burla al mostrar a su Hitler imaginario ofreciéndole cigarrillos a Jojo, el verdadero Hitler detestaba el tabaco y es aquí donde nos da algo para reflexionar: Hitler le ofrece cigarrillos a Jojo, él los rechaza, cada vez con más ímpetu, el Hitler imaginario aparentemente fumaba, Jojo por ningún motivo lo haría, el Hitler de verdad tampoco, lo que hace ver que Jojo era más Hitler que el Hitler imaginario, puede ser eso o simplemente un niño de diez años consciente de no estar en edad para fumar.
Jojo Rabbit (2019) funge como muestra del sello autoral de su director, alguien que ya dio las mostró su estilo con películas de Marvel pero que probablemente se consagró esta cinta que si bien no fue hecha para el consumo masivo, no deja de ser una excelente inversión a la hora de pagar una entrada al cine. Sin duda alguna, Jojo Rabbit es una película que sacará a tu fascista interior para darle un golpe en la cabeza.