Hay quienes sostienen que sobre ciertos temas, mejor no hacer humor. Hay temas que, aun hoy, siguen siendo tabú o a los que se estima que se les debe guardar cierto respeto para no herir ningún tipo de susceptibilidades.
Uno de ellos es indudablemente, la Segunda Guerra Mundial, que ha sido capturada por el cine en incontables oportunidades yendo desde los tonos más dramáticos como “La lista de Schindler” o “El Pianista” en manos de directores de una vasta trayectoria como Spielberg o Polanski que supieron dejarnos con el alma devastada con sus imágenes, pasando por un Tarantino que en “Bastardos sin Gloria” la utiliza como marco para una historia coral inolvidable, o, en un tono más de comedia, la payasesca presencia de Roberto Benigni en su paradigmática “La vida es Bella”.
En esa ocasión, en “JO JO RABBIT”, la acidez y el humor que le imprime su director, Taika Waititi a esta mirada de la guerra nos permitiría afirmar que es perfectamente posible hacer humor aún con temas tan sensibles como éste y que también es posible sostener la idea de que un niño en plena Alemania Nazi, tenga un amigo imaginario como Adolf Hitler y en cierto modo esté orgulloso de pertenecer a su movimiento.
Si bien esta idea se sostiene fundamentalmente gracias a momentos de humor desopilante que plantea el guion del propio Waititi basado en una novela de Christine Leunens, “JO JO RABBIT” tiene mucho más para ofrecer que sencillamente un ritmo de comedia disparatada.
Primeramente porque en el personaje de JoJo anidan, velados por este humor, las más profundas contradicciones entre un fuerte nacionalismo –su obsesión por la causa nazi- y las situaciones que acontecen periféricamente y que más tarde o más temprano, más central o más tangencialmente, se apoderan de él y generarán un cambio radical en su postura y sus creencias y en su vida.
De forma muy marcada y muy notoria, Waititi parece haber dividido la película en dos mitades, tan diferentes entre sí que hasta por momentos, pareciesen disonantes. En la primera, ya desde el inicio con una poderosa “I wanna hold your hand” arranca la película sumergido en un ícono de la cultura pop y que ayudado por un exquisito diseño de arte, nos presenta los personajes dentro de un campamento que parece remitir en forma casi inevitable a “Moonrise Kingdom” y ese universo que planteara Wes Anderson para sus niños enamorados, lejos del mundo adulto.
Aquí aparece Roman Griffin Davis como JoJo, con una simpatía y un carisma que traspasa la pantalla y que se convierte en el principal puntal para que la historia funcione. En esta primera parte conoceremos datos de su vida, su cotidiano, lo que va sucediendo en su cabeza en ese contexto político tan particular y su forma de pensar, en donde aparece más presente el humor, pintando con un tono de sátira algunos momentos que sin esa visión, serían sumamente trágicos.
Casi totalmente contrapuesta a este puntapié inicial de la historia, todo se vuelve más gris cuando queda al descubierto que su madre refugia a una niña judía en la buhardilla de su casa. Incluso los encuentros con Hitler, pierden esa frescura inicial para tornarse más densos, más espesos y casi con una necesidad de plantear algunos temas éticos y filosóficos, olvidando por completo ese sentido del humor inicial, ese costado lúdico, que le daba sentido a este vínculo.
Waititi sorprende en esta segunda mitad con un puñado de escenas que son abordadas con una contundencia dramática tal que nos recuerda que, si bien aparece el humor y está presente a lo largo de todo el filme, jamás se está menospreciando todo lo acontecido.
La guerra, el bombardeo, los estallidos, la matanza de los judíos, todo comienza a ensombrecer ese espíritu inicial y aún cuando se rescaten momentos de una rescatable dulzura (el encuentro de JoJo con su amigo Yorki entre medio de los escombros fundidos en un abrazo, es un pequeño momento de poesía muy logrado) “JO JO RABBIT” funciona mucho mejor en esa primera parte mérito de un guion inteligente y arriesgado, novedoso y creativo aun cuando no puede sostener ni el ritmo ni la propuesta inicial y decae, aunque no totalmente, durante la segunda mitad.
Los méritos se refuerzan con un excelente trabajo de casting para quien da vida a JoJo (Roman Griffin Davis) como ya fuera mencionado anteriormente y el excelente abordaje de su vínculo con la adolescente judía (Thomsin Mc Kenzie) refugiada en su casa. Ambos intérpretes son piezas fundamentales para que todo funcione, con una espontaneidad y una química que hace efectivo ese tono de comedia y esa melancolía que atraviesa todo el relato.
Waititi juega y se divierte en esa gran composición de un Hitler diferente y en el elenco se destacan (y mucho!) Sam Rockwell, Scarlett Johansson y Rebel Wilson. No podemos dejar de mencionar el brillante trabajo de diseño de arte de Radek Hanák y Ondrej Lipensky, el trabajo de fotografía de Mihai Malaimare y el diseño de vestuario de Mayes Rubeo, todos rubros técnicos que con su verdadero afán de perfección elevan la calidad del producto final.