Hay ciertas cosas con las que es difícil hacer humor. El holocausto es una de ellas. Algunos incluso podrían decir que es una línea que no debería cruzarse y dejar la comedia para otros acontecimientos. Infinidad de veces se debatió hasta qué punto se puede llegar con el humor negro en distintos medios y nunca se consiguió una respuesta válida o aceptada socialmente. No obstante, ha habido varios cineastas a lo largo de la historia que salieron airosos al intentar ver desde un costado irónico, irreverente y humorístico un evento histórico tan repudiable y nefasto como el antes mencionado. Entre ellos se puede destacar el propio Charles Chaplin, Mel Brooks, y Woody Allen para nombrar solo algunos. Este año podemos agregar un nombre más a la no tan extensa lista y ese es el de Taika Waititi.
El realizador neozelandés conocido por films como «What We Do In The Shadows» (2014) y «Thor Ragnarok» (2017), nos ofrece una visión fresca y provocadora en la adaptación de «Caging Skies», una novela de Christine Leunens. El largometraje sigue a Jojo Betzler (Roman Griffin Davis), un joven y solitario niño alemán, que pertenece a las Juventudes Hitlerianas. Al ser un niño tímido e introvertido y poseer escasas amistades, su imaginación lo lleva a crear un amigo que lo ayuda a lidiar con sus problemas personales. Dicho amigo no es otro más que el mismísimo dictador Adolf Hitler (personificado por Taika Waititi). Su vida iba relativamente bien con un fanatismo exacerbado hacia el nazismo, su simbología y sus despiadadas prácticas hasta que su mundo da un giro de 180 grados al descubrir que su joven madre Rosie (Scarlett Johansson) esconde en su ático a una niña judía (Thomasin McKenzie).
Desde el primer minuto del film queda establecido el tono que mantendrá la cinta en sus siguientes 108 minutos de duración. La apertura muestra imágenes de archivo de Hitler mezclados con una versión musical en alemán de «I want to hold your hand» y mostrando la reacción del público como equivalente al recibimiento que tuvieron los Beatles en su primera visita a Norteamérica. Ante ese panorama el descarrilamiento podría ser inminente pero Waititi es un autor sin miedo al qué dirán y utiliza todos los medios disponibles para el absurdo y la comedia políticamente incorrecta.
El guion fue una pieza fundamental, y si bien, por momentos hay algunas secuencias anticipables o previsibles en el camino de Jojo hacia el entendimiento, la empatía y la moralidad, está muy bien trabajada la relación entre la comedia y el drama. El film da lugar para la reflexión sobre el fanatismo, la xenofobia, los preconceptos y el poder de la propaganda masiva desde la mirada juvenil e inocente de un niño que fue permeable a ideales perversos. Dejando en evidencia los peligros a los que conducen los prejuicios y las ideas extremistas.
Waititi, a medida que va avanzando el relato, va inevitablemente bajando el pie del acelerador para terminar de presentar, con mayor crudeza, lo que nos dejó el nazismo y por ello el humor va disminuyendo. Para muchos la visión del director podrá parecer bastante naif y ligera sobre el asesinato sistemático de millones de personas, algo que también se le crítico a «La Vida es Bella» (1997), pero justamente su intención es la de presentar un film anti odio desde un costado bien característico del coming of age donde el niño va entrando poco a poco en razón y reconociendo el horror de los hechos.
Para tal ardua tarea, el director contó con un elenco de lujo entre los que podemos agregar a los ya mencionados anteriormente: Rebel Wilson, Sam Rockwell y Stephen Merchant. Si bien hay que destacar al mismo Waititi por su paródica composición del genocida, las verdaderas revelaciones del largometraje son los jóvenes Davis y McKenzie que no solo demuestran ser grandes intérpretes sino que además tienen la química necesaria en pantalla para afrontar el desafío y demuestran ser hábiles para pasar de la comedia al drama.
En los apartados técnicos podemos destacar la equilibrada y empática fotografía de Mihai Malaimare Jr. («The Master») y la banda sonora del genial e incansable Michael Giacchino («Up», «Coco»).
«Jojo Rabbit» es una apuesta arriesgada de Taika Waititi que funciona por su audacia y por su valentía. Con un guion efectivo que fue entendido a la perfección por un elenco más que talentoso, el relato resulta desembocar en un film irreverente que demuestra el poder del humor ante estos serios problemas de racismo, el nacionalismo extremo y xenofobia al mismo tiempo que nos recuerda que aún hoy en día y con varios antecedentes previos todavía seguimos siendo testigos de crímenes de odio.