Hablar del nazismo en el cine es siempre difícil. Se deben buscar las palabras correctas para informar y criticar, tanto para dramatizar como para documentar.
Abarcar esta difícil problemática desde el humor es algo que, si sale bien, producirá unas intensas carcajadas como solo puede producir una sátira que invita a pensar lo ridículo de endiosar a un hombre que planteó como una solución el asesinato de 6 millones de personas. Por ahora, uno de los pocos nombres que salió airoso de semejante tarea es el señor Mel Brooks.
Sin embargo, cuando se anunció que la siguiente película del neozelandés Taika Waititi tendría como premisa la historia de un niño alemán cuyo amigo imaginario es el cruel dictador, la inicial reacción fue decir que se trata de una propuesta controversial y de mucho coraje por el solo hecho de plantearla. En el desarrollo es cuando se ven los pingos, y es ahí donde esta crítica debe decir que el realizador de Thor: Ragnarok está lejos, muy lejos, de siquiera poner la punta del pie en el mismo podio del gran Brooks.
Se escapó la coneja
El guion de Jojo Rabbit tiene tres inconvenientes muy concretos: los chistes no generan risas (en particular el humor negro en donde se sostiene su campaña de marketing), el drama recurre mucho al golpe bajo, y no tiene claro en cuál de los dos se quiere inscribir. Esto último es el peor de sus defectos.
Si bien es cierto que han habido muchas películas mezclando la comedia con el drama, esas propuestas siempre tuvieron presente en qué género descansaba la mayor predominancia. En Jojo Rabbit este problema de tono es algo a lo que no se puede hacer la vista gorda, porque si no sabés cuál es tu tono, es muy probable que tampoco tengas claro que es lo que querés contar.
El ejemplo más claro es ver pasar de escenas con un humor tan desternillante como la detonación accidental de una granada, a una imagen tétrica de las víctimas de un ahorcamiento en una plaza pública. Ese cambio tan abrupto, tan carente de progresión, tan poco claro sobre cuál genero es el hermano mayor y cuál el hermano menor, hace de la transición algo más forzado que agridulce.
Si anunciás tu película con una premisa como la de esta propuesta, tan atractiva como lo es controversial, resulta un poco decepcionante que la presión de este Hitler imaginario sea tan floja y tan poco progresiva. Si esa evolución no está en el desarrollo del personaje y, peor, también lo sometes a cambios abruptos, entonces podemos decir que no te vestiste de Hitler para demostrar un punto: lo hacés para llamar la atención, por la polémica fácil.
En materia técnica Jojo Rabbit cuenta con una prolija puesta en escena, un gran despliegue en materia diseño de producción que evita las sombras lo más que puede en materia fotografía.
En lo actoral, Scarlett Johansson, como la madre del niño protagonista, y Sam Rockwell, como el beodo oficial alemán a cargo de su entrenamiento, son los que hacen un enorme esfuerzo por salvar el film con su sensibilidad y carisma. Lamentablemente no consiguen evitar que zozobre.