Juventud, divino tesoro
Isabelle, la protagonista de Jeune & Jolie (interpretada por una bella modelo con mínima experiencia en cine como Marine Vacht), tiene 17 años. En la primera de las cuatro partes en que se divide el film (verano, otoño, invierno y primavera, cada una con una canción de Françoise Hardy como leit-motiv) vemos su pérdida de la virginidad, en la playa, con un ocasional amigo alemán. Pero en medio de su explosión hormonal y su confusión emocional, ella decide prostituirse.
No hay presión ni apremios económicos para esta estudiante porque su mamá y su padrastro (muy buenos trabajos de Géraldine Pailhas y Fréderic Pierrot) le aseguran un holgado pasar: sólo la búsqueda de emociones fuertes e inmediatas y de experimentar con el propio cuerpo. Ella suma clientes y dinero hasta que un hecho policial termina con su "carrera". Cómo reacciona el entorno familiar al enterarse del suceso es el eje de la segunda mitad, basada sobre todo en la relación madre-hija.
El prolífico François Ozon (Bajo la arena, La piscina, 8 mujeres, Potiche) maneja el relato con delicadeza y precisión, sin caer en psicologismos ni moralejas aleccionadoras, lo cual se agradece doblemente en este tipo de historias. El film es realista, pero sin perversiones; provocador, pero sin golpes bajos. También -sobre todo por la inexpresividad de Vacht- resulta por momentos algo atado, frío, previsible y hasta un poco anodino. De todas maneras, el interés nunca decae del todo y, sobre el final, le alcanzan cinco minutos a la inmensa Charlotte Rampling para levantar la película. No es mucho, pero alcanza.