Los sinuosos caminos de una identidad
Otro de los tan esperados film del director francés, tras su estreno el año pasado de la admirable En la casa, acerca un cuento escenificado en cuatro estaciones, a través de los cuatro temas interpretados por Francoise Hardy.
A lo largo de la historia del cine numerosos films nos presentan us historias organizadas a través de las cuatro estaciones del año. Y en este momento, la que me viene en mente es un film del tan talentoso y melancólico Vincente Minnelli, La rueda de la fortuna, estrenado en nuestra ciudad en 1946, que pude ver a principios de los cincuenta, como película de complemento, en una sala de barrio. En este inolvidable relato de tono fabulesco, narrado como si fuese un libro de cuentos, Judy Garland, tras sus pasos hacia el reino de Oz, asume el rol protagónico. Ambientada en 1904, en la ciudad que ya está presente en el título original, Meet Me in St. Louis, este film, el tercero de su director, narra las situaciones familiares y laborales que debe vivir la familia Smith, particularmente las que nos llevan al despertar del amor y al inminente traslado a Nueva York por exigencias laborales. Los diferentes pesares y sorpresas nos va llevando a un desenlace orquestado a plena, refulgente, luz.
Cuatro capítulos que se van abriendo sobre páginas de un libro de dibujos que nos llevan a los "libros de cuentos" de tantas infancias, de aquellas décadas idas. A diferencia del tono, los planteos de este inaugural film, que circula por los carriles de las canciones, el film que hoy comentamos, estrenado a casi setenta años de aquel, abre cada capítulo sobre fondos en negro; anticipado o acompañado por cuatro canciones, interpretadas por una de las grandes voces de los años sesenta, Francoise Hardy.
Presentada en Cannes 2013, Joven y bella (no sería ciertamente esta su acepción al castellano, como tampoco su título en España, "Joven y bonita"), este tan postergado film en nuestro país de Francois Ozon, fue eclipsado por La vida de Adele a la hora de las premiaciones. No obstante, numerosos críticos, consideran que esta omisión no era la esperada. Su director Francois Ozon, en su decimocuarto largometraje, nos ofrece un sensible retrato que poco a poco asume ciertos tintes claroscuros en torno a una joven adolescente -en ese primer capítulo, en verano, se festejan sus diecisiete años- , que se mueve desde el patio del liceo escolar hasta la habitación de un próximo cliente. Las referencias ya desde el título en la palabra "Belle" nos remiten a esa doble vida, asumida o fantaseada, del personaje que componía Catherine Deneuve en el ya clásico film de Luis Buñuel, de 1967, Belle de Jour.
Tal como lo planteara el recordado maestro, auténtico y militante en toda su filmografía del ideario del Surrealismo, aquí, en este nuevo film de Ozon, no hay una mirada que juzgue; algo que puede llegar a irritar a los que esperan una sanción moralizadora. Por el contrario, escuchamos las voces de los distintos personajes, desde las amigas de la escuela hasta algunos ocasionales clientes. De los padres de la protagonista, Isabelle, quien desde sus contactos por Internet y mensajes de textos asumirá otro nombre, (como se presentaba en Belle de Jour) hasta la de su pequeño hermano, Viktor, su gran confidente.
Desde este deambular de Isabelle, que nos va internando en algunas de sus citas, en habitaciones de reconocidos hoteles, el film de Francois Ozon abre a pasadizos que se conectan con situaciones de tensión, sospechas y confesiones a cara descubierta. Sin adelantar aspectos de esta trama, Ozon, luego de haber sido premiado con los César y en San Sebastián en el 2012 por su film En la casa, logra con Joven y bella un entrecruzamiento de líneas que nos llevan a un admirable momento de desenlace.
Debo reconocer que admiro su cine. Ya desde el cuarto, Bajo la arena estrenado hace quince años, sus film me provocan un estado de incertidumbre y magnetismo. Y entre mis favoritos, no sólo me sale al cruce este; sino, entre otros, Ocho mujeres; su olvidada obra, El tiempo que resta y En la casa. Igualmente, ninguno de sus films me parece menor; ya que frente a un autor ya elegido, me cuesta señalar esas diferencias por más o menos. Sí, en tal caso, me desconcertó, con cierto malestar, su film del 2009, Ricky.
Ahora paso a incluir en mi lista de mis favoritos de este realizador, que cuenta numerosos cortometrajes en su haber que datan de 1988, cuando contaba veintiún años, a este destacado film, "Joven y bella", estructurado como un cuento polifónico y al mismo tiempo guiado por las caminatas de la protagonista. Las cuatro estaciones del año y la voz de Francoise Hardy organizan un relato sensorial, abierto a los sentidos, que va más allá de un joven cuerpo, terso y expectante, que espera entre las sábanas. Su espera, ciertamente, mira mucho más allá.
Desde una mirada que declara ser la de un voyeur, el film de Ozon coloca a su nueva musa, Marine Vacht, elegida por él, entre un grupo de aspirantes. Y fue precisamente la escena del interrogatorio policial, la que debían representar en esa audición las jóvenes que se postulaban, la que lo llevó a elegirla: "... y al verla actuar me parecía que tenía algo muy misterioso, como si estuviera en otra parte. Y eso era lo que yo buscaba para el personaje de Isabelle".
A través de Joven y bella, Ozon, tal como logra en otros films pone en escena, desde un lugar en crisis, la moral burguesa. Buñuel ya lo había explorado desde momentos que hoy son antológicos. Y es la ambigüedad la que sobrevuela constante frente a los preceptos instituidos. Ahora, su director, explora esos perfiles que no siempre han sido tenidos en cuenta en el cine con personajes adolescentes. Y para esto, basta con tener presentes los nombres de las canciones que estructuran este cuento: "L'amour d'un Garcon", "A quoi casert", "Premiere rencontré" y desde el propio espejo de la identidad de la protagonista, Isabelle, "Je suis moi".