Joven y bella

Crítica de Rocío González - Leedor.com

A ningún amante del cine francés le pasa por alto la referencia de François Ozon al film Belle de jour, de Luis Buñuel. En aquella película de 1967, Severine (interpretada por Catherine Deneuve) era una mujer casada que se negaba a tener sexo en su matrimonio y buscaba una salida a sus deseos sexuales y eróticos prostituyéndose. Ozon nos muestra a Isabelle, una joven de 17 años que tras perder su virginidad también comienza a prostituirse.

El film trabaja de manera muy sutil el desdoblamiento en la vida de la joven Isabelle: mientras pierde su virginidad aparece en pantalla una doble de ella misma que la mira, lo que permite a la joven “salirse de su propio cuerpo”. A medida que el film avanza, veremos a la protagonista duplicada en espejos, ventanas. Isabelle construirá así una doble imagen de sí misma: la chica adolescente que estudia, y comparte tiempo con su hermano menor; y la joven mujer que es deseada por todos los hombres.

En verdad es más importante cómo ella se construye en objeto de deseo sexual para la mirada de los otros (incluido el espectador) que la construcción de su propio placer sexual. Es en este hecho, donde el espectador puede buscar el por qué de su comportamiento: no es por una necesidad económica, ni un trauma familiar que decide prostituirse, sino que simplemente es una adolescente descubriendo su sexualidad. Ozon utiliza el término “jolie” (bonita, linda) para el título de su película y no “belle”(bella), lo cual ayuda a situarnos en el universo interior de una adolescente. Isabelle es como cualquier chica de su edad: rebelde contra sus padres, apática, confundida. En definitiva, el hecho de que busque ser un objeto de deseo, antes que buscar su propio placer tiene que ver con no saber cómo plantarse frente a su propia inquietud sexual.

Por supuesto hay datos en el film que contextualizan esta decisión: el acceso en la computadora y el celular a un mundo de autonomía, sin el control de los padres; el posible affaire de su madre con el marido de una amiga; la mirada no tan fraternal de su hermano menor…pero en el fondo, Ozon despoja de la cuestión el aspecto moralizante, para centrarse en el aspecto psicológico.

En este sentido, es el mismo planteo que realizaba Buñuel en los comienzos del cine moderno: el conflicto interno de un personaje femenino a través de una exploración sexual que, en el caso de Belle de jour, se suponía privativa de los hombres, y en el caso de Jeune y jolie, se supone privativa de los adultos.