Jóvenes Brujas (1996) es un filme que me gusta muchísimo. Hay grandes perfomances – Fairuza Balk llegó 15 años antes de que los superhéroes se pusieran de moda pero, si no, hubiera sido una genial Harley Quinn: salvaje, descontrolada, carismática a mas no poder -, una banda sonora de oro y un desarrollo que, aunque modesto en sus aspiraciones, era racional, escalado y prolijo. 25 años después llega esta suerte de secuela / reboot que, para los fans del original, bordea el insulto. El enlace con el original es muy muy débil – el tan ansiado cameo llega demasiado tarde y dudo de que alguien pretenda producir una secuela de esto como para expandir la historia -, las nuevas adiciones bordean lo estúpido y pareciera que es mas un panfleto Woke que un entretenimiento con aspiraciones comerciales. No es demasiado terrible pero tampoco termina por elevarte el pulso en algún momento.
La historia es la misma: tres parias de secundaria buscan redención en la magia y, para completar el aquelarre, precisan la presencia de una cuarta bruja. Hay una recién llegada al pueblo, desencantada por la mudanza y porque su madre se ha juntado con uno de esos predicadores New Age que habla de Masculinidad Tóxica y un montón de otras pavadas. El tipo en cuestión es David Duchovny, terrible actor si los hay pero que se defiende en papeles estoicos y haciendo comedia. Pero acá se ve como el abuelo de Duchovny – cara inflada, pareciera un borracho con años de carrera – y pronto muestra la hilacha de ser un machista prepotente y dominante lleno de reglitas estúpidas.
Cuando las pibas prueban sus dones, se transforman directamente en superpoderes nada creíbles –rayos!, pueden parar el tiempo! -, detalle que te hace crujir los dientes. Una de las mejores cosas que tenía The Craft era que los poderes de las brujas eran digeribles – ilusión, control de personas por magia, levitación – pero acá las chicas son pichonas de Doctor Strange y nada les está prohibido. Uno espera que surja la loca en el grupo – tipo Fairuza Balk – pero la candidata – Gideon Adlon, hija de Pamela Adlon – es super tibia y nunca termina por explotar. (alerta spoilers) Al contrario, el villano de turno es – sin demasiadas sorpresas – el padrastro en un giro demasiado traído de los pelos. (fin spoilers)
El drama de todo esto es que termina volviéndose discursivo, poniendo a cuatro chicas que quieren reafirmar su lugar en el mundo versus el macho veterano chapado a la antigua, convencido de que la función de las mujeres es ser completamente sumisa a los deseos del hombre, lo cual termina convirtiendo el tercer acto del filme en un engendro. Yo no creo que se trate de un problema de ideologías – cualquier texto fantástico se puede convertir en una alegoría de temas profundos de la realidad – pero la exposición es de una torpeza y fanatismo militante que termina por volverse burdo e irritante. Yo abandoné Supergirl en la cuarta temporada porque el discurso sobre racismo y control migratorio – en clara discrepancia con las posturas públicas de Donald Trump, presidente en aquel momento – era alevoso y panfletario y terminaban por arruinar el valor de la serie como entretenimiento. Los personajes perdían su personalidad y se volvian marionetas del libretista que estaba encendido y deseoso por escupirle a Trump en la cara acerca de las atrocidades que pensaba… pero terminaba traicionando el espíritu de la serie y a la comunidad de fans que la soportaban… y acá ocurre lo mismo. Yo creo que las mismas ideas pueden exponerse de otra manera, mas profunda, pensante y menos arrebatada. Pero DC últimamente viene en esa onda – como la revelación reciente de que el hijo de Superman es bisexual o que uno de los Robins es gay – que es tan repentino como tosco y recarga las tintas en algo de lo que simplemente se esperaba que fuera un entretenimiento. Mas vale inventen desde cero un superhéroe LGBT antes que meter con calzador revelaciones forzadas en personajes ultra populares, lo cual termina indignando a la comunidad de seguidores.
The Craft: Legacy, cuando opera en onda remake, es blanda; y cuando agrega cosas nuevas, bordea lo patético. No es una atrocidad pero, para los fans del filme original – entre los que me incluyo – bordea la afrenta. Y definitivamente perecerá en el olvido debido a su falta de respeto al espíritu de la película de culto que secueliza.