“Joy: El nombre del éxito”: De pobre a rica en una sola idea
El director David O. Rusell parece haber encontrado su musa en Jennifer Lawrence. Y no es para menos, después de haberla llevada al Oscar con “El Lado Luminoso de la Vida” y a las diez nominaciones al premio de la academia que le valieron “Estafa Americana“, intentará repetir la fórmula con “Joy: El nombre del éxito”, que cuenta una vez más la historia de una vida excepcional.
En este caso la mujer que da nombre a la película (Jennifer Lawrence) tiene una vida con la que no está muy conforme. Obligada a dejar de lado la universidad por cuidar a sus padres, divorciada con hijos pequeños y una familia disfuncional, todos sus sueños parecen más lejanos que nunca. Sin embargo, en un momento de inspiración diseña una mopa de fregar que se escurre sin necesidad de tocarla. Cobrándole un favor a su padre Rudy (Robert de Niro) y a su nueva novia Trudy (Isabella Rosellini), consigue patentar su invento. La película sigue los intentos de Joy por vender su producto hasta llegar a un programa de televentas que catapulta su éxito.
Si tuviéramos que definir esta obra en una palabra sería justo decir que la película entera es Jennifer Lawrence, cuyo presencia en pantalla es la mayor parte del tiempo disponible. Robert de Niro tiene probablemente uno de los papeles menos llamativos de su carrera, con poco diálogo y aún menos cambios que lo hagan humano, con escasos minutos en pantalla. Lo mismo ocurre con Neil Walker, el personaje que interpreta Bradley Cooper. Son todos secundarios, pero aun peor: son unidimensionales. Parecen tener una sola cualidad todo el tiempo, sin cambios en su carácter y es una pena que se desperdicie a buenos actores en personajes pobremente escritos.
De la misma manera que estos personajes se opacan, Joy tiene la oportunidad de brillar y Jennifer Lawerence se pone a la altura del desafío. El guión es más frustrante que tensionante y la historia comienza a tornarse cíclica después de un tiempo. Las similitudes con “Escándalo Americano” son a veces evidentes, aunque se nota un esfuerzo para mostrar a Joy como una persona normal. Esto se hace por momentos demasiado forzado, como si el personaje oscilara entre mostrar una mujer luchadora y mostrar una mujer fracasada. Pero es una historia de redención, por lo cual terminará demostrando que cualquiera puede alcanzar sus sueños con esfuerzo, aunque comience en la pobreza. ¿Un cliché? Un poco, sí.
El director repite fórmulas que ya había usado en otras ocasiones, y aunque no dejaron de funcionar del todo, pierde efectividad en la repetición. Lejos queda de las geniales producciones de “El Luchador” o “El lado luminoso de la vida“. Es una película que cumple, pero no en exceso. No es una historia tan conmovedora ni esperanzadora como pretende hacernos creer al principio. Si consideramos también los personajes que quedan afuera, alrededor del personaje principal pero sin llegar a tocarlo casi nada; nos encontramos con una película prácticamente unipersonal. Necesitaría una vuelta de tuerca, de otro modo se queda a mitad de camino.