Ama de casa milagrosa
Joy, el nombre del éxito es un cuento de hadas contemporáneo en el que se luce Jennifer Lawrence, nominada a un Oscar por este papel.
La nueva película de David Russell (autor y director de El lado luminoso de la vida y Escándalo americano) va un paso más atrás del típico relato del sueño americano y pisa el legendario terreno de los cuentos de hadas. Pero se trata de un cuento de hadas que ha asumido el presente de la igualdad entre los hombres y las mujeres y del capitalismo como gramática del éxito.
Si bien es contado por una abuela (la de la protagonista) no hay hechizos ni príncipes azules en Joy, el nombre del éxito, aunque el sentido de la magia, traducido en términos de talento y esfuerzo individual, sí permanece, matizado por las infinitas circunstancias que hicieron de la vida de Joy Mangano una rara combinación de melodrama y sueño realizado.
David Russell es uno de esos directores convencidos de que el cine es una especie de escuela de ejemplaridad, pero los ejemplos que elige se encuentran en una zona turbia de la sociedad norteamericana. Son personajes depresivos, acomplejados, estafadores; o arrastran, como en el caso de Joy, una familia disfuncional y más o menos autodestructiva.
Jennifer Lawrence es la encargada de meterse en la piel de Joy, la mujer que se hizo famosa por haber inventado el miracle mop (el lampazo milagroso), que consiste básicamente en un lampazo que se escurre solo mediante un dispositivo mecánico. Todos los obstáculos que tuvo que superar para vender ese producto vertebran la historia de Joy, el nombre del éxito.
Sólo hay que revisar en YouTube algunos de los viejos infomerciales en los que aparece Joy Mangano vendiendo sus inventos para darse cuenta de la distancia que separa al personaje cinematográfico de su modelo real. Una distancia mitológica.
Sin embargo, Jennifer Lawrence se las arregla, como tal vez ninguna otra actriz de su generación podría hacerlo, para encarnar a la vez a la leyenda de la superación femenina y a la mujer de carne y hueso que fue ama de casa, madre de dos hijos y tuvo que soportar más de una humillación. No sorprende que otra vez haya sido nominada a un premio Oscar como Mejor Actriz.
La forma de trabajar de Russell, casi con el mismo elenco en sus últimas tres películas, revela algo que también subyace en el fondo de sus historias: la idea de que para que alguien triunfe es necesario una red solidaria de amistad o de amor que lo sostenga.
Esa humanidad, sin embargo, se ve opacada en esta película por dos razones. La primera es que Jennifer Lawrence pasa por encima a todos los demás, incluidos Robert De Niro y Bradley Cooper. La segunda es cierta impaciencia (que vira hacia la caricatura o el desprecio) a la hora de retratar a los personajes secundarios.
No es mucho lo que aporta Joy, el nombre del éxito al género de las biopics: una buena reconstrucción de época y un elegante manierismo formal. De todas formas, no deja de ser meritorio contar bien un cuento de hadas contemporáneo y sumar al currículum de Jennifer Lawrence una estrella más.