David O. Russell es un director que divide aguas. Conquistó a la crema de Hollywood con películas como “El ganador”, “El lado luminoso de la vida” y “Escándalo americano”, pero también están quienes lo ningunean y lo cuestionan. Más allá de estas discusiones, hay algo claro en lo que hay consenso: “Joy” es hasta ahora su película más floja. El director se centra en una historia real, la de Joy Mangano, una mujer de clase media baja que se convirtió en millonaria con una pequeña innovación: un “lampazo mágico” que no hay que retorcer manualmente. A través de esta madre separada que debe sostener a una familia disfuncional que la boicotea constantemente, Russell intenta hablar del tortuoso camino al sueño americano y de la superación personal en un sistema perverso. El problema es el tono de fábula y cuento de hadas que elige para contar la historia, y el contraste con escenas realistas, lo que genera un desequilibrio que termina debilitando el corazón de la historia misma. Si la película se sostiene y sale a flote es por obra y gracia de Jennifer Lawrence, que ya ganó un Globo de Oro por este papel y está justamente nominada al Oscar. La rubia —que es la actriz fetiche de Russell— llena de matices y de intensidad a esta suerte de Cenicienta moderna.