Demasiada actriz para una película menor
Jennifer Lawrence brilla en un film correcto pero no demasiado lucido dentro de la notable filmografía del director de Escándalo americano.
Con películas como Tres reyes, El ganador, El lado luminoso de la vida y Escándalo americano, David O. Russell se convirtió en uno de los guionistas y directores más reverenciados del cine norteamericano y un favorito en las temporadas de premios que terminan con la entrega de los Oscar. Sin embargo, esta vez -más allá de algunos merecidos reconocimientos al trabajo de Jennifer Lawrence como el reciente Globo de Oro- Joy: El nombre del éxito cumplió a medias con las expectativas. Es una buena película, sin dudas, pero no una que se destaque particularmente dentro de la valiosa filmografía del talentoso cineasta.
Russell se basó en la historia real de Joy Mangano (Lawrence), una mujer divorciada y madre de dos hijos pequeños que -tras vencer todo tipo de obstáculos- se convirtió en la reina del talemarketing y ganó fortunas con, por ejemplo, un trapeador que ella misma inventó.
Joy reconstruye la odisea de una self-made woman, una mujer de clase trabajadora de Long Island devenida entrepreneur que durante los años '80 y '90 se sobrepone a todas las trampas de un capitalismo cuyas reglas no son parejas para todos, a los prejuicios sociales y hasta el desprecio familiar para lo que resulta una suerte de cuento de hadas, una fábula feminista sobre cómo reinventarse, cómo aprovechar las segundas oportunidades. En definitiva, un tema que suele fascinar tanto a Hollywood como a los medios de comunicación.
Más allá del virtuosismo de Russell (un narrador con una energía desbordante, cuya cámara y sus personajes parecen no descansar nunca), a Joy le cuesta por momentos encontrar su eje y su tono, que pendula entre el realismo social con elementos de denuncia (las estafas con las patentes y los abusos en los negocios) y el absurdo, como cuando el director apela a intérpretes de telenovelas reales para hacer fragmentos de telenovelas incrustados dentro de la ficción del film (la madre de Joy que encarna Virginia Madsen no sale de la cama y es una adicta a ese tipo de programas de TV).
En el terreno de las actuaciones también se notan diferentes registros. Mientras Lawrence, un prodigio a los 25 años, se carga la película en el papel de la sufrida e incansable heroína, otros personajes secundarios (como el padre que interpreta Robert De Niro y su nueva pareja Isabella Rossellini están más cerca del grotesco constumbrista).
Más allá de que la historia es siempre entretenida y hasta en ciertos pasajes incluso fascinante, Russell resuelve todo de manera bastante convencional, como si fuera un simple telefilm para un director que ha hecho de la audacia y el desenfado su marca de fábrica. Algo decepcionante en función de las expectativas creadas por un realizador de su talla acompañado otra vez por un elenco de excepción, Joy no deja de ser un digno producto concebido con profesionalismo y solidez.