En un contexto social donde los derechos de la mujer y la igualdad de género se han vuelto materia de visibilidad y las luchas están siendo (de a poco) escuchadas, aunque son muy pocos los avances que vemos hoy día, Joy es un film que al menos llama la atención. La historia real de una madre soltera que se ocupa de sus dos hijos, de sus padres, de su ex marido, de su abuela, de la casa, las cuentas, menos de sí misma y que llega a convertirse en magnate a través de un invento propio. Joy (Jennifer Lawrence) es una mujer ante todo cansada de la vida, rodeada de injusticias; su vida es tan llena de problemas y los que la rodean abusan tanto de su “bondad” que ya se vuelve un escenario algo tragicómico, por lo exacerbado. Joy era un niña creativa a la que el tiempo y las responsabilidades han convertido en una ama de casa que no llega a pagar la boleta de teléfono (la amarga realidad de la adultez como demoledora de sueños). Pero en medio de una crisis de hartazgo, Joy despierta esa niña dormida, que en algún punto está conectada con esta adulta práctica y los problemas del diario vivir, y crea un tecnológico trapeador. La historia está contada como lo exige: son tantos los problemas de Joy, incluso cuando algún plan amaga a salirle bien, se derrumba su mundo en un segundo, y se le van acabando los ases bajo la manga, generando una bola de nieve imparable. No solo que nosotros como espectadores vamos sintiendo cada vez más su sufrimiento sino que el efecto de triunfo final convoca a una sensación más que placentera: por un momento nos hace creer que la justicia y la ley de “merecimiento” existe.
Luego de cintas como American Hustle (2013) o The Fighter (2010), David O. Russell ya es un director de peso, que suele ofrecernos historias, al menos, originales. La película cuenta con la exquisita actuación de Jennifer Lawrence (nuevamente trabajando con el director), que debemos decir ya se ha convertido en una de las favoritas del gran público que sigue deslumbrando con su eclecticismo actoral y con su belleza de “chica de barrio”. Robert De Niro y Bradley Cooper son otras de las apariciones importantes en el film.
Parece ser que la historia de Joy es de lo más exótico y digno de contar. Estamos frente a una figura múltiplemente lumpen: no solo es la historia de un pobre que se vuelve rico sino que es una mujer. Y parece que ese es uno de los puntos más llamativos, ya que la cinta lleva su nombre y no The Pursuit of Happiness como lo es la cinta de Will Smith (otro lumpen que destaca su éxito inesperado siendo pobre y de raza negra, envuelto de una vida repleta de adversidades). Por momentos me pregunto, ¿cómo debo situarme frente a obras como estas? Una de las opciones sería celebrar el hecho de que se hagan visibles las historias sobre mujeres que triunfan sin la ayuda del hombre; pero la contracara de esto es que el cuadro de situación implica que una historia como esta es tan pero tan poco común que puede convertirse en película, ganarse el Globo de Oro y generar millones de dólares. Tal vez el triunfo de esta historia se debe a que el terreno está más “abonado”, por así decirlo; o tal vez siga constituyendo una rareza dentro de las historias de “héroes”.