Juan y Eva le adjudica al romance el peso apropiado en el desarrollo en la historia política del principal líder político argentino del siglo XX.
La historia de amor entre Juan Perón y Eva Duarte, ¿es apenas una excusa narrativa reiterada o es correcto pensarlo como un elemento catalizador de la más importante transformación política de nuestro país durante el siglo XX?
Tiendo a creer que el discurso de la tradición novelística suele adjudicar a la histórica irrupción de Eva Duarte en la vida de Juan Perón un valor que la investigación histórica no podría sustentar. Juan y Eva cumple de algún modo en darle a este romance el peso apropiado en el desarrollo en la historia política del principal líder de nuestro país. Al mismo tiempo se propone contar ficcionalmente la historia haciendo centro en Perón, como hasta ahora no lo había hecho el cine. Esos elementos son los principales valores de esta película.
Vale repetir de otro modo lo dicho anteriormente, la historiografía antiperonista, la narrativa gorila, el relato familiar de los hogares bien avenidos ha adjudicado a Eva Perón un rol clave en la constitución de aquel día en que las masas populares asumieron su emancipación política, intentado dejar al coronel Perón, a partir de tal construcción imaginaria, como un títere en sus manos, expropiándolo así de toda capacidad estratégica y política. Al tiempo que a Eva se la construía como una arribista, como una joven capaz de pasar de amante en amante para lograr sus objetivos. Partiendo de la novela de Jorge Coscia, Paula de Luque, narra la historia de ese amor dentro de la Historia, pero con algo más de propiedad al evaluar los roles políticos de ambos líderes y amantes.
Del resto, lo más notable es el trabajo de Osmar Nuñez, que construye a Perón abandonando toda copia física y priorizando la recreación del personaje, algunos buenos momentos dramáticos en la construcción histórica, entre ellos los principales del tramo final, y no mucho más. Paula de Luque tramita su película respondiendo a clichés que no favorecen a la narración, planos que solo sirven para remarcar situaciones dramáticas ya contadas, mala elección de la música incidental, diálogos por demás impostados, falta absoluta de tensión en las escenas colectivas.
Juan y Eva evidencia sus méritos desde el título. La alteración del orden formal obligado, la mujer primero y el hombre después, habla del sujeto sobre el cual hace eje del relato, lo que es mucho más justo con la verdad histórica en relación con lo que hasta ahora ha hecho el cine y la narrativa ficcional en general.