Un gran amor en versión ilustrada
Esta película de Paula de Luque centra su mirada en algunos fragmentos de la relación entre Juan Domingo Perón y Evita, abarcando desde el festival donde se conocieron hasta el mítico 17 de Octubre de 1945.
Se conocieron y amaron intensamente. Ella murió a los 33 años y él cerca de los 80, pero la película de Paula de Luque toma sólo algunos fragmentos de la ya de por sí corta vida que los unió, que empezó en el festival benéfico por el terremoto de San Juan, y culminó con el Día de la Lealtad, el mítico 17 de Octubre de 1945. El Coronel Perón y Evita, “La Eva” indócil de quien sabe qué padre, aparecen retratados en los inicios de su relación amorosa, y la directora, por lo tanto, escarba en ese breve período, condenado por muchos, aceptado por pocos. Al fin y al cabo, fueron ellos los que construyeron su historia de amor.
El montaje paralelo del inicio, por un lado, con un milico, al que no vemos en detalle, escuchando la voz de Eva Duarte en un radioteatro, y por el otro, describiendo una reunión de la oligarquía de entonces con el visitante ilustre Spruille Braden, aclara las intenciones del film: la política pasará a segundo plano para narrar el prohibido romance de la pareja, y el terremoto sanjuanino será el disparador para construir la torrencial relación.
Sin embargo, la película en sí misma, a diferencia de sus dos temerarios y revolucionarias personajes, trasluce pura y exclusivamente a través de la ilustración, manifestando cierto temor por jugarse más con los ya de por sí riesgosos materiales. Por un lado, la descripción de época funciona de manera perfecta y sin demasiados riesgos. Por el otro, los trabajos interpretativos centrales, a pura composición minuciosa por parte de Nuñez, e introspectiva, catártica y puteadora desde Julieta Díaz, dejan ver las fragilidades y fortalezas de dos individuos destinados al recuerdo permanente.
Pero sólo en meros detalles Juan y Eva se escapa de la ilustración, breves pinceladas que tienen al uso del ralentí como construcción del mito (Perón reflejado detrás de un vidrio; él tomando a ella de la mano en un momento decisivo; el cálido abrazo de la pareja en el Hospital Militar antes del primer balcón frente a la ansiosa multitud). Más aun, cuando el amor de los dos triunfa, es la película quien se impone a los chanchullos militares de la época, retratados de manera didáctica, sin demasiado nervio, con un excesivo perfil bajo, con demasiados personajes al borde de la caricatura.
Un maldita tentación sería comparar al film con Eva Perón de Desanzo, con Goris desgarrada en la piel de Evita y Laplace tratado como el general indeciso. Pero es otra película, diferente a esta. Sin embargo, el nombre de Favio da vueltas por las imágenes de Juan y Eva, desde los créditos iniciales por vía de la dedicatoria. Entonces, será la rimbombante música Iván Wyszogrod (Gatica, el Mono; Perón, sinfonía del sentimiento) y aquellos citados ralentis los que invocarán a esos films épicos del gran Leonardo. Y, por lo tanto, Juan y Eva será un pedacito más de ese rompecabezas que refiere a la construcción inicial del gran movimiento.