Dos historias de amor
No es un dato menos significativo que la concepción global de Juan y Eva no parta de una premisa revisionista de la historia del peronismo. De hecho, su directora Paula de Luque deja bien aclarado en un epilogo sintético y sin medias tintas que el peronismo obedece a una identidad política abrazada por millones de personas.
Que no aparezcan entonces fechas con intertítulos y que se haya recortado intencionalmente el período histórico que coincide con el romance entre el militar Juan Domingo Perón y la actriz de radioteatro Eva Duarte refuerza la toma de posición de este opus de la directora de El vestido como parte de la expresión de una mirada personal sobre una historia de amor y odio, vivida por dos amantes, quienes con el correr del tiempo se convertirían en mitos políticos y quizás más adelante en referentes sociales para millones, fenómeno que entre otras cosas se tradujo en lo que luego se denominó peronismo.
El director argentino que pudo desde el cine asociar este movimiento nacional y popular con un sentimiento y con cierta mística -más allá de los iconos del cine militante de los 70- fue sin lugar a dudas Leonardo Favio. Por eso la dedicatoria del comienzo del film de Paula De Luque lleva su nombre.
La realizadora, con astucia al contar con un presupuesto limitado y condicionante de grandes despliegues de extras o locaciones, valiéndose de un guión prolijo y meticuloso reconstruye la intimidad de la pareja no con una pretensión de rigor histórico (las licencias obedecen al fin ficcional y no a errores deliberados históricos como se intentará atribuirle) sino más bien con una intención estética, poética y narrativa que recoge sabiamente momentos claves que marcan los estadios de la relación apasionada entre el -en ese entonces- Coronel Perón y Eva, la joven y temperamental aspirante a actriz que lo enamoró desde el primer día en que se conocieron con motivo de un festival solidario para recaudar fondos y ayudar a las víctimas del terremoto de San Juan.
Ese encuentro azaroso y posterior romance también provocó un terremoto en las altas esferas del ejército que repudiaron y coaccionaron a Perón para que abandone su relación en pos de una moral mojigata y retrógrada muy en boga para la época donde el rol de la mujer siempre debía subordinarse a las decisiones de los hombres. Las negativas y desafiantes actitudes del militar para con sus camaradas, sumada la cada vez más influyente personalidad de Eva en el entorno y su devoción por la figura de su amante confluyen con momentos de gran agitación política, donde se gesta desde los movimientos sindicales los orígenes de una expresión de identidad política a la que el film hace alusión desde la esfera emocional con escenas medidas pero impactantes, intercaladas con material de archivo en lo que determina un equilibrio entre la masa y su líder.
No obstante, Paula De Luque organiza el relato con una fuerte presencia femenina no sólo en el rol estelar de Eva, interpretada con gran austeridad y solvencia (basta recordar la grandilocuencia de Esther Goris en su Eva Perón de Juan Carlos Desanso) por Julieta Díaz, sino de otras mujeres entre quienes se destaca la brillante performance de María Ucedo como Blanca Luz Brum, secretaria ministerial y rival –como todas aquellas mujeres que se acercaran a Perón- de la protagonista en lo que se refiere a la relación más intima con el coronel.
El resto de los personajes secundarios no desentonan con la propuesta y acompañan sin estridencias a la figura emblemática y no caricaturizada de Perón en la piel de un Osmar Nuñez convincente y contenido.
Juan y Eva se caracteriza por su virtuosismo en lo que respecta a la dirección y rubros técnicos, desde la música de Iván Wyszogrod y la fotografía de Willy Behnisch hasta la utilización de material de archivo y reconstrucción de época con fines narrativos y dramáticos excluyentemente, que funcionan adecuadamente como contexto histórico de una corta pero apasionada historia de amor: la de un hombre y una mujer y la de un pueblo y una idea.