Una buena historia de amor, odios y revolución
La película de Paula de Luque muestra el comienzo y desarrollo de un amor que más tarde será Historia Argentina, pero que en el principio es sólo amor
Dedicada a Leonardo Favio como homenaje tal vez a Perón, Sinfonía de un Sentimiento, cuya remasterización de imágenes permitió a cineastas, documentalistas y espectadores tener por fin buen sonido e imagen de una Historia que nos pertenece, la película de Paula de Luque, narra una historia de amor.
No es una historia más si consideramos que ambos sujetos se convirtieron en los íconos históricos más representados y cuyas figuraciones se rastrean fácilmente en el cine, la literatura, el teatro y la plástica. De hecho, en este mismo instante diversas Evas circulan por teatros, textos y debates. Siempre que aparece una nueva Eva no faltan voces que se alzan para hablar de oportunismo y parecen desconocer que desde La mujer del Látigo (Mary Main), desafortunada y mal escrita biografía de Evita hasta hoy, sujetos tan disímiles como el propio Favio, Desanzo, Parker, Héctor Olivera (Ay Juancito), Copi, Santoro, Sebreli, Sarlo, Tomás Eloy Martínez sin dejar de mencionar al enorme Rodolfo Walsh, Borges, Viñas, Carlos Gamerro, Cristina Escofet, Marta Avellaneda y otros que se han ocupado y se seguirán ocupando del mito proliferante de nuestra historia, de hecho en octubre próximo se estrenará el largometraje de animación titulado Eva de la Argentina dirigido por María Seoane.
Lo ha dicho Daniel Santoro, Eva posee una iconicidad única y resulta que Perón fue el fundador del movimiento político más importante de nuestros lares. Si la película cita, apropia o dialoga con otros actores sociales o con otras figuraciones, no es una cuestión que deba ser evaluada en su crítica sino en un ámbito más amplio como es el de los capitales simbólicos que poseemos y en los que se materializan los rostros de la Historia Argentina. Coincide con el año eleccionario pero es claramente más cercana y seria que esa Evita interpretada por una Madonna regordeta por su embarazo de cinco meses, cuando debía representar a una mujer abatida por el cáncer. Un oprobio cinematográfico más a los que “los de afuera” nos tienen acostumbrados y hasta les prestamos el balcón… Es cierto, el presidente de entonces era cholulo y las rubias lo podían.
Aclarada esta cuestión que me permitió la distancia de no asistir al estreno pero que vi reflejada en ciertas críticas vamos al film. La película de Paula de Luque se centra en el momento exacto en que el entonces Coronel Juan Domingo Perón, conoce a quien luego será simplemente Evita. Este segmento que trata sobre el amor y que no había sido abordado antes con detalle permite un acercamiento a estos íconos de la Nación con su dosis de humanidad justa. Y digo justa porque no hay ademán ni forzamiento en la construcción de ellos y porque si uno fuera somalí no intuiría nada del destino de esa pareja. Las plazas posteriores a la de octubre de 1945, plenas de los diversos colectivos que idolatraban a ambos, están fuera de esta discusión y sin un corolario politico final.
La Eva construida por Julieta Díaz es sumamente original y orgánica porque es una Eva dubitativa, asustada de perder ese amor que consiguió, una María Eva que de a poco toma conciencia de lo limitante de su condición de “bastarda” para el ámbito castrense, de cuántas mujeres quieren tener a ese hombre y de cómo todo está por aprenderse. Y así ella se acerca, conoce, fisgonea, escucha lo dicho en voz baja. Encontró al amor y no lo quiere dejar escapar, pero, hay mucho enemigo suelto. Mucha cuestión de clase que en la Argentina de los 40’ y aún hoy sigue queriendo tallar en las camas, amores y sexo de los demás. Sin embargo, en un segmento en que espera noticias de su amor encarcelado, Eva fuma un cigarrilo sentada en su cama y le convida uno a la mucama, y la invita a sentarse junto a ella, esa imagen breve en la que el plano las muestras paralelas y juntas permite avizorar de algún modo, quiénes serán los destinatarios de sus esfuerzos futuros, a quiénes ella considerará sus iguales.
Es cierto que muchos adscriben a representaciones de Eva más miméticas (no sé con respecto a qué Eva si no la han conocido) y hay quiénes la trataron cuando ya era primera dama, pocos son, ya que pasaron muchos años y los recuerdos se encuentran tan impregandos del espesor de signos que es hoy Evita que es difícil asir la realidad de esos relatos. Es verdad también que las representaciones de La Abanderada de los Humildes han pasado a formar parte del ícono Evita pero creer fehacientemente en ellas, salvo por gusto estético, es como creer que el Che Guevara real puede estar en una remera Lacoste. Pero lo cierto es que en este film no hay maniqueísmo en la composición de los personajes. Él, en una muy buena composición de Osmar Nuñez, es un Coronel en franco ascenso y el terremoto acaecido en San Juan en enero de 1944 que enterró a la provincia bajo un manto de escombros, es el hecho histórico real en que el acercamiento entre Eva Duarte y el emblemático líder se produce. Después, la Historia no cuenta porque estamos ya en la ficción y por suerte ésta narra como se le da la gana una historia de amor, de odio o de guerra.
Un tratamiento de imágenes cuidadoso, como mimesis de una época en la que los prejuicios son la base del conflicto más serio que afrontó esa pareja a lo largo de su escasa vida, permite obtener imágenes de encuentros amorosos que en planos y contraplanos exhiben una pasión que no se llama amor hasta el final, cuando el Coronel preso en Martín García finalmente descubre qué es lo quiere. Cuenta un ex secretario del general en el exilio, cuyo nombre no delataré, que Perón jamás se mostró en calzoncillos delante de nadie que no fuera de su entorno íntimo, su mujer y la película de De Luque deja al general en su uniforme tal y como el imaginario lo ha concebido y desviste a los amantes en la cama sin caer en chabacanerías inútiles. El elenco compuesto por nombres de peso cumple sus roles de modo eficaz en todos los casos, sobresaliendo además de los nombrados: Fernán Mirás, Pompeyo Audivert, Alberto Ajaka y Alfredo Casero.
Las secuencias que representan a la familia de Eva también están logradas porque son verosímiles. Para los que conozcan la vida de estos personajes, no es ninguna novedad que existían reticencias al principio y entrega absoluta después. Perón era irresistible para las mujeres de su entorno laboral y para los muchos otros que veían en él al sujeto capaz de levantar las banderas de la justicia social.
Amor a hurtadillas primero, amor público después, amor con casamiento para legitimar una situación que tanto fastidiaba a los ámbitos clerical y castrense, tal vez las esferas más hipócritas de ese momento (y otros). Con una música que acompaña sin manipular la emoción, el film de De Luque podría decirse de PH Neutro no porque no se juegue sino porque cuenta esta historia sin fanatismos, sin aspiraciones de bustos ni bronces porque eso fue al principio, un amor, como cualquier otro entre dos amantes que no estaban destinados a ser como cualquiera de los otros. Dividida en tres segmentos: Amor, Odio y Revolución, el film contiene un in crescendo dramático y sentimental que sin melodramas da cuenta de una pasión que se multiplicó en años y en millones.
¿Hay otros amores parecidos? No lo sé, especular sobre eso, seria ser mezquino con esta creación.