Confinada a un eterno encierro en Tordesillas, allá por el 1500, Juana I de Castilla (Juana “la loca”) fue falsamente diagnosticada con insania mental. Sin poder desobedecer las órdenes del régimen dictatorial de su padre y hermano, la joven heredera perdió los mejores años de su vida apresada en la soledad, el desamor y la más tremenda injusticia. Tantas veces recobrada su trágica historia por la literatura romántica y las artes plásticas, la figura de Juana no deja de reinventarse.
El realizador argentino Martin Shanly, presenta su ópera prima, Juana a los 12, un filme que recupera ciertos aspectos de aquella figura histórica, esta vez, encarnada en una pre adolescente víctima de un sistema educativo opresivo. Juana es una niña que en vías de comenzar el arduo camino femenino hacía la adultez, se enfrenta a un mundo hostil que la censura a cada instante.
En el colegio no logra conectarse con sus compañeritos, las maestras no consiguen que aprenda las lecciones y la directora sugiere una revisión neurológica. Y como si esto fuera poco su madre parece tener un doble discurso. Por un lado, intenta colaborar con el desempeño educativo y social de Juana llevándola a clases particulares o auto invitándose a una fiesta de disfraces. Pero por el otro, se irrita hasta los gritos cada vez que Juana le interrumpe un estornudo.
A Juana no le gustan las cosas muy “lindas”, el exceso de belleza clásica y superficial al que vive expuesta la condena, y es por ese motivo, que en un intento de recurrente evasión, la joven elige desconectarse del mundo. Digo elige porque su abstracción casi permanente no se debe a un problema psicológico sino a una elección consciente.
De fotografía sutil y un ambiente que parece recrear ciertos elementos nostálgicos de los noventa (las figuritas de Frutillitas, Gativideo, los automóviles y el teléfono público) Juana a los 12 conmueve con la exactitud con la que representa el mundillo de la escolaridad bilingüe y sus particulares detalles; así como también la cotidianeidad de ciertas familias. No me sorprendería que el mismo Shanly haya experimentado alguna vez situaciones similares a las de su personaje.
Por Paula Caffaro