Hay no poca audacia en Matías Szulanski a la hora de construir una comedia incómoda, deforme, con una protagonista al borde de lo irritante. Seguramente habrá un sector de la audiencia que pueda empatizar con y disfrutar de las desventuras de su antiheroína, pero a mi la experiencia se me hizo por momentos exasperante.
Juana (Julieta Raponi), una joven rubia con corte carré, vive con su patético novio Damián (Franco Sintoff), un mentiroso compulsivo que le dice que tienen que devolver el departamento y que regresará a la casa de su familia. Así, ella tiene que pedir de urgencia refugio en lo de su amiga Laura (Jenni Merla), mientras suma ingresos como “actriz” de comerciales, transitando los más absurdos castings, aunque su pasión parece ser escribir cuentos que ni siquiera su mejor amigo Esteban (el propio Matías Szulanski) elogia.
A Juana todo lo que le puede ir mal le termina saliendo aún peor. Su risa nerviosa, sus modos muchas veces torpes y brutales o su egocentrismo, la convierten en un personaje border, alguien que parece estar todo el tiempo de buen humor, pero esconde una profunda angustia con no poco de negación. Aunque todos los elementos de su vida parecen conspirar en su contra, aunque sufre una frustración tras otra, ella sigue, persiste, se trastabilla y se vuelve a levantar (la caída de un toro mecánico con la que se tuerce un tobillo pero luego sale indemne del hospital parece una metáfora de su existencia).
Szulanski se regodea quizás en exceso con el artificio y las miserias de su protagonista, que va de un novio chanta hasta lo desagradable a un fallido affaire con un conductor de Über (Fabián Arenillas), pasando por un encuentro -también penoso- con el autor de su libro favorito (Horacio Marassi).
La película, rodada en locaciones como el bar San Bernardo de Villa Crespo o la Sala Lepoldo Lugones), fluye siempre a gran velocidad (hasta los muchas veces largos diálogos que le toca en suerte a Raponi son recitados con enorme rapidez, como quien desentraña un trabalenguas). Y así hasta el final: mientras suena Pronga entrega, clásico de Virus, ella no puede más que acelerar: correr, escapar para (sobre)vivir.