Matías Szulanski en un retrato alegre de su errática protagonista
El director de “Pendeja, payasa y gorda” y “Astrogauchos” realiza una comedia fresca y amena con un personaje femenino con aires de “Jules y Jim”.
Matías Szulanski es un gran conocedor de la historia del cine y en cada producción imprime una estética acorde al relato que cuenta. De esa manera con En peligro (2018) toma elementos del giallo italiano, en Flipper (2020) cruza géneros con la lógica de Emilio Vieyra y en Juana Banana (2022), se sumerge en el estilo simpático de las comedias de Francois Truffaut. Con ese clima se desarrolla la historia de Juana (Julieta Raponi) que, contada de otro modo, sería una tragedia.
En ella Juana es una impulsiva aspirante a actriz que vive con su novio (Franco Sintoff). Cuando él le pide un tiempo, empieza un periplo de torpes decisiones que la llevan a golpearse contra la pared, una y otra vez. Un derrotero que la obliga a dejar de escapar y enfrentarse a ella misma.
Uno de los aciertos de Juana Banana es su carismática protagonista que, por más de tener una actitud por momentos irritante, la cámara logra convertirla en un ser sumamente adorable. La composición de Julieta Raponi aporta dulzura a su entrañable personaje. El tono y registro del film se distancia del estilo estéticamente cuidado de otras películas del prolífico director para entrar en uno de mayor improvisación, acorde al relato.
Szulanski, que interpreta a uno de los personajes además de escribir, editar y producir la película, entrega una comedia simpática y descriptiva de los miedos y fracasos de una generación que no se atreve a renunciar a sus sueños a través de su particular protagonista. Una suerte de Jeanne Moreau nacional, que llena de encanto y fantasía a una realidad que se presenta terrible desde cualquier otro punto de vista.