Una de las “tapadas” en las nominaciones a los premios Oscar, y que infelizmente tuvo menos galardones de los que merecía (Mejor actriz, Mejor Maquillaje y Peinado), en comparación con otras películas, es “Judy”, del director inglés Rupert Goold. Con la increíble actuación de Renee Zellweger en el rol protagónico, en, me animo a decir, el papel de su carrera. Es cierto que la mayoría de las biopics funcionan en base a la búsqueda de la emoción, al recuerdo de una generación, o el recuerdo de la siguiente que le fue entregada por la anterior, como una reliquia de memorabilia cinéfila, y no mucha gente ha seguido el recorrido de las películas en que Judy Garland participó, por fuera de “El mago de Oz”. Pero el logro final que el director entrega es superior a cualquier película que incluya escenas musicales en, al menos, los últimos cinco años.
En el marco de una de las más correctas y maravillosas reconstrucciones de época que he visto en el último tiempo, narra el último período de vida de Garland, previo a su fallecimiento, en que procura recuperar, con la participación de una gira por Inglaterra, dinero, prestigio y sobre todo, la excusa principal, la tutela de sus hijos. Los flashbacks que nos muestran la cruel vida de la niña actriz en los grandes estudios y el maltrato al que fue sometida, maltrato que le dejó el vicio del alcohol y pastillas varias que finalmente le provocaron la muerte, es más que realista, y pinta la terrible falta de piedad de los estudios que eran, en algunos casos, prácticamente dueños de la vida de los artistas que representaban.
La soltura de Zellweger al ponerse en la piel de su personaje es tan delicada, medida, singular, que puede verse el trabajo que debe, seguramente, haber sido extenuante, pero deja el placer de ver un uso del cuerpo magnífico para dar vida a la estrella malograda que fue Judy. Y menciono solamente su nombre de pila porque si hay algo que el film logra es que el espectador, aún sin ser fan de la actriz, se emocione, se vincule con su persona, con su intimidad, su alegría y su humor ciertamente irónico por pasajes. No hay manera de no conmoverse aunque sea un poco con lo que se ve en pantalla.
Y en ello la mano de Goold es clave, y su experiencia en teatro notable, como también el entrenamiento vocal de la protagonista para estar a tono con la interpretación de las canciones que componen el soundtrack y formaron parte de las presentaciones realizadas durante la gira, las cuales que se recrean con magia y color maravillosos. Por ello creo que “Judy” es una de las mejores películas del 2019, quizás una de las mejores cinco, y merece, al menos, una distinción al despliegue de una actriz que dio todo para contar la historia de alguien que también dio todo, tanto en el escenario como en la vida, en algunos momentos, muy a su pesar.