De aquel lado del muro
No hace falta ser Gonzalo Bonadeo para saber que todo atleta centroamericano o soviético relevante de los años 80 ha recurrido al dopaje. Y tampoco hay que ser muy lúcido como para entender la inmensa hipocresía que suponen los controles antidoping que aplican las mismas instituciones que luego exigen a sus atletas más y mejor rendimiento. Juego limpio parece que habla un poco de este tema.
Tenemos en principio la historia de Anna (Judit Bárdos), una joven atleta checoslovaca que entrena en el equipo nacional para llegar a competir en los Juegos Olímpicos de 1984. Sí, el año del boicot, hecho histórico que inspiró ese chiste fundacional en la historia de Los Simpson: aquel del concurso de hamburguesas gratis patrocinado por Krusty. Es decir, rápidamente sabemos al menos el destino deportivo de la protagonista, pero claro, la película de Andrea Sedláková se va a centrar en hablar (una vez mas) de cómo fue vivir en aquel lado del Muro. La directora despliega, no sin gracia, un catálogo de lugares comunes de las cosas que podían sucederte si eras alguno de los oprimidos ciudadanos de la tardía y decadente Unión Soviética de mitad de los años 80. Hablamos de gente obligada a emigrar, persecuciones políticas, acción política clandestina, etcétera. En el caso particular de Anna, el Estado le proporciona esteroides para que mejore su rendimiento, ya que obviamente, los atletas soviéticos deben demostrar ser los mejores.
En Juego limpio, el Estado soviético es un ente absolutamente negativo que sólo está allí para molestar y hacer el mal. En contraposición, Anna, la deportista que aborrece los esteroides, es el símbolo de la libertad: de hecho, en alguna línea ella dice no ser parte de ese sistema. Estamos quizás ante una mirada política un tanto simple o superficial. Si fuera un producto de Hollywood se lo achacaríamos sin piedad, pero siendo una película de la ex Unión Soviética, la reflexión que no deja de ser insuficiente cobra otra dimensión. Y por otro lado, estamos ante un melodrama que explora las emociones de los personajes, que por suerte lucen y se entienden legítimas. Porque también podríamos decir que Juego limpio atenta contra cierta verosimilitud, dado que alrededor de Anna suceden un montón de conflictos al mismo tiempo, pero entendemos que funciona dentro de los territorios del género.
Además, a pesar de cierta repetición y alguna escena decididamente superflua, la película de Sedlácková sostiene el interés en todo momento, con un ritmo continuo y libre de distracciones que incluso nos hace olvidar que algunos personajes desaparecen repentinamente y no los volvemos a ver ni en IMDB.
Una rareza para nuestra habitual grilla de estrenos que a la vez es una pequeña grata sorpresa. Un melodrama deportivo con bastante deporte (hay largas secuencias de entrenamiento) que demuestran que la buena de Judit Bárdos deja todo por esta historia. Muy diferente a la situación de Gago.