¡Cara de póquer se nos queda! El segundo largometraje dirigido por Russell Crowe, luego de incursionar tras de cámaras en “El Maestro del Agua” (2014), nos trae a la memoria cinéfila un tópico que el séptimo arte gusta de abordar: el universo de las apuestas. Recordamos un estilo similar en “El Rey del Juego” (con Steve McQueen), “Rounders” (con Ben Affleck y Matt Damon) y, más recientemente, “El Juego de Molly” (con Jessica Chastain). Partícipe de una de las debacles más resonadas del último tiempo, nos preguntamos que rastros quedan de la gran superestrella que conquistara Hollywood con su papel de Maximus en “Gladiador” (2000). Russell Crowe, doble ganador del Premio Oscar. ¿Qué queda, al fin? A decir verdad, poco y nada en pie. Una pobre dirección de actores, un montaje francamente amateur y un argumento de acumulados sinsentidos son las tres principales características de un film perezoso. Un cast con nula chispa (encabezado por Liam Hemsworth) se dispone a dar vida a esta reflexión impostada acerca del arrepentimiento y el sentido de la vida. Un cúmulo de personajes guardan un secreto y nos invitan a develarlo; pero cuesta entrar en juego. Crowe examina lo moral de la conducta humana, pero apenas roza la superficie. Un desenlace ridículo cobra forma de patético espectáculo, cuando el film ya había acumulado minutos de gracia sin pretenderla. Nos reímos del más triste paradigma. “El Juego Perfecto” está hecha con endebles hilos incapaces de sostener y plasmar plasmar en el relato la acción y la emoción que requieren un abordaje semejante. Lo predecible es aliado de Crowe; sin as bajo la manga la derrota es dolorosa.