Absolutamente sanguinolienta y macabra, Juegos de muerte es más una película gore que un film de terror en estado puro. O sea, impresiona, repugna, da miedo y también sobresalta, pero no es su principal virtud. En realidad, hablar de “virtudes” en este tipo de producciones es relativo, The Collection, tal su título original, está bien hecha dentro de sus retorcidos postulados, pero está claro que no se propone hacer arte.
Aunque la traducción al castellano no lo anticipe, Juegos de muerte es la segunda parte de El juego del terror y no queda clara la razón de haber ocultado este detalle. Importante, claro, porque esta nueva entrega comienza directamente a partir del desenlace de la original y allí queda deschavada su condición de secuela. Veremos al principal sobreviviente del exterminio del primer film a manos de un asesino enmascarado, que es visitado por un grupo parapolicial para que se sume al rescate de una joven, nueva secuestrada por El Coleccionista. A todo esto se ha producido una masacre en una disco clandestina, que es un momento culminante dentro del estilo que predomina en el largometraje. El grupo armado, en busca del verdugo y sus secuestrados, ingresará a una fétida guarida llena de trampas y sorpresas desagradables.
Con claras influencias de El silencio de los inocentes y otros films que surgieron a su sombra, combinada con la saga de Saw (El juego del miedo), Juegos de muerte va desarrollando su galería de atrocidades sin demasiada lógica ni explicaciones –que en varios pasajes harían falta-, hasta llegar a una lucha final que tiene cierto nervio. El aspecto visual está cuidado, pero, más allá de las ideas sanguinarias puestas en juego, el guión y los diálogos no están bien trabajados. Pero sin dudas un público ávido de truculencias podrá sentirse recompensado.