Sangre y nada más.
En el género del horror, es muy difícil encontrar a la rara gallina de los huevos de oro; pero es aún más difícil desprenderse de ella. En los inusuales casos en los cuales la gente elige a un nuevo ícono del susto, las secuelas, los herederos y las imitaciones son inevitables. Uno de los últimos casos de esto se dió con la saga de El juego del miedo, que a lo largo de siete entregas logró recaudar cerca de 900 millones de dólares y formar una legión de fans, todo a base de torturas elaboradas, trampas detalladas y giros tan oscuros como súbitos. Ahora que esa historia está muerta, Marcus Dunstan y Patrick Melton (quienes escribieron los libretos de varias partes del relato de Jigsaw) tratan de aprovechar el éxito pasado con Juegos de muerte (The Collection, 2012), una película que, fuera del desparrame de sangre, no aporta casi nada para mantenerse interesado con la pantalla.
Continuando los eventos de El juego del terror, el film arranca introduciendo a Elena (Emma Fitzpatrick), una joven que decide salir con sus amigos a divertirse. Por desgracia para ella, el lugar elegido es el punto de acción del misterioso Coleccionista, un asesino que ejecuta complejas matanzas para luego secuestrar a los sobrevivientes, y hacerlos parte de su macabra muestra. Uno de los desaparecidos es Arkin (Josh Stewart), que es encontrado por Elena, y logra escapar. Pero ella no corre con la misma suerte, y es abducida por el Coleccionista. Por eso, Arkin es obligado por el padre de Elena para dirigir a un equipo de mercenarios para salvar la vida de la chica, y acabar con el Coleccionista. Sin embargo, el maniático asesino los está esperando en su casa, una ratonera plagada de cadáveres, peligros y desenfrenos, de la cual no será nada fácil escapar.
Influenciado por el modelo de El juego del miedo, por el tipo de filmación similar al videoclip popularizado por Pecados capitales, y por la atmósfera del cine de Darío Argento, Dunstan (quien además de guionista es el director) entrega algunos buenos momentos en el aspecto visual, en el cual es ayudado por el buen trabajo del equipo de producción, que hace que el absurdamente morboso hogar del Coleccionista se vuelva el verdadero protagonista de la película. A la hora de planear los asesinatos, es evidente que los responsables abrazan el terreno de lo disparatado, como se ve en pantalla: personas son torturadas, mutiladas y descuartizadas en las formas más descabelladas; desde la escena en la cual el Coleccionista se despacha a todo un club repleto de gente, no hay vuelta atrás en el camino hacia la locura.
No obstante, esto no ayuda a ocultar el hecho de que casi todo lo que ocurre en el film ya se vió decenas de veces antes, y se hizo mucho mejor. No hay un clima atrapante. La historia, casi inexistente, es una excusa para la carnicería; exceptuando a Elena y Arkin, el resto de los personajes son simplemente cuerpos que esperan para ser destrozados por el villano. Tampoco contribuye que la mayoría de los actores (menos Fitzpatrick y Stewart, que luchan con el material que tienen) sean flojos hasta para entregar la más mínima emoción. Y ni siquiera el Coleccionista es interesante: no asusta, ni hace algo razonable (en el universo del film, estamos hablando). Incluso en las secuelas de El juego del miedo, que se enfocaban más en el elemento del morbo, estos elementos estaban tocados; aquí, parece que nadie se preocupó por desarrollar algo fuera del castigo físico.
Cuando un estilo usado hasta el cansancio impide que haya algo de sustancia, es imposible evitar que el resultado final sea el del aburrimiento, como suele ser el problema con los productos derivados de este tipo. Y Juegos de muerte termina así, siendo una producción tediosa, debido a la ausencia de algo por interesarse fuera de los momentos característicos del género, y por la falta de preocupación que fue dirigida hacia el argumento y las actuaciones. Solo los fanáticos intensos de la hemoglobina disfrutarán de esto, porque los que esperen algo más que un puñado de muertes y un par de imágenes saldrán adormecidos.
@JoniSantucho