En plena tarea con las secuelas de Saw, el dúo de amigos Marcus Dunstan y Patrick Melton idearon una precuela para la exitosa saga de horror que nunca se llevó a cabo. Ni lerdos ni perezosos, los muchachos arreglaron un par de detalles y estrenaron The Collector, un sangriento refrito de pornotortura que claramente se sentía como un robo más, y si bien nunca se esperaba una secuela, acá tenemos The Collection, que básicamente es la misma temática pero con el ángulo Alien/Aliens: más, mejor, más fuerte, sin tapujos.
Quizás no sea el villano más interesante que haya surgido en los últimos años, pero si algo tiene El Coleccionsista es que es implacable: le gusta matar, y para ello se vale de trampas imposibles de pensar para disfrutar de la carnicería que se viene. Conectando un poco donde quedó la anterior entrega, el antihéroe Arkin se ve inmerso en la acción cuando un millonario lo fuerza a unirse a un grupo de mercenarios para rescatar a su hija Elena de la guarida del asesino: el conveniente hotel en ruinas Argento (por el director italiano Dario Argento, guiño, guiño). De ahí en más, sangre, sangre y más sangre. Dunstan y Melton son conocidos por la gratuidad de las propuestas que escriben. Antes de la saga Saw, firmaron la trilogía Feast y luego la paupérrima secuela Piranha 3DD, cuatro películas que derrapan en lo más absurdo de la serie B del terror y no piden disculpas por ello. Con ese prospecto, se teme lo peor en esta secuela, pero la dupla logra balancear lo gratuito a la vez que repara varios errores anteriores, logrando mayor cohesión en una historia que tiene como valor principal entretener a través de lo sangriento.
No tiene sentido criticar las imposibles trampas del villano si tampoco le criticábamos a Jigsaw por lo mismo; en este laberinto macabro que se plantea como escenario principal no faltarán la sangre, los huesos rotos ni los aparatos mortíferos. De hecho, si uno ajusta sus expectativas a lo que realmente el producto tiene que ofrecer, se llevará una grata sorpresa -como quien les escribe, que no esperaba nada de la misma y salió satisfecho-. Gran parte de que The Collection funcione también se debe a la dupla en escena que forman Josh Stewart, repitiendo su apático Arkin, y la inserción de la scream queen de Emma Fitzpatrick. Él sigue parco como siempre, pero hay algo que hace click dentro del personaje y son esas ganas de sobrevivir a como de lugar lo que empuja la película hacia otro sitio; por otra parte, Fitzpatrick logra algo impensado y que siempre es razón para aplaudir: que su damisela en peligro sea bastante proactiva y no solo esté para gritar, correr y lucir bien, sino que sea un personaje clave que sepa que se tiene que mover si quiere mantenerse con vida.
Si la primera película recurría mucho al juego del gato y el ratón entre Arkin y El Coleccionista en una mansión, acá el efecto de la persecución se pierde en pos de una cacería humana, en donde todo es frenético y la muerte está a la vuelta de cada esquina. Por supuesto, uno pensaría que la duología cierra acá, pero no: en una intrigante vuelta de tuerca final podemos apreciar que no todo termina y fácil podemos tener una trilogía o, si el personaje cala más hondo en su público, una heredera de Saw en cuanto a vísceras se refiere. Por si no lo habían notado tampoco, casi todo el equipo técnico de las producciones de Jigsaw hace una gran reunión acá, con los guionistas, el compositor Charlie Clouser y hasta el editor Kevin Greutert, así que no es sorpresa que la película luzca visualmente como una secuela más de aquella saga.
Dunstan y Melton han creado con The Collection una segunda parte inesperada que expande un poco la visión retorcida y maquiavélica que tienen estos muchachos para con el horror. No es para todos, obviamente, pero el fanático del horror puede descansar sabiendo que va a encontrar un film que destila sangre por cada uno de sus poros de celuloide.