Adolescentes asesinables en Ucrania
Este año no podía terminar sin regalarnos otro exponente del subgénero “falso documental de terror, cuyo título en Argentina incluye la palabra demonio o Diablo”. Crecen espontáneamente como yuyos, deberían aplicársele retenciones.
Así como en nuestros tiempos (y particularmente en nuestro país) proliferan los documentales autorreferenciales y de búsqueda de una ontología personal, es decir, gente viajando por Europa llenando huecos en su árbol genealógico. El cine de terror norteamericano, ahora sale de gira en busca de los terrores incomunicables del pasado soviético de Europa del Este, llevando consigo la cámara casera, temblorosa e infame, que poco a poco va haciendo que los que éramos fanáticos del género nos volvamos seres apáticos con nostalgia de Carpenter.
Juegos demoníacos transcurre en el interior campesino de Ucrania que, como nos informa un texto inicial, sufrió durante principio de los 30 una hambruna genocida provocada por el gobierno de Stalin. Los protagonistas buscan hacer un documental sobre canibalismo, por lo que se van a una cabaña aislada en un bosque tenebroso, a hablar con personas cuyo idioma desconocen, esperando obtener el testimonio de un posible antropófago. No contento con la actitud suicida de los personajes principales, el director Petr Jákl añade una bruja y una tabla Ouija con caracteres rusos lo cual deriva en convocar a la reunión a un demonio poco recomendable.
Señalamos la acumulación de lugares comunes, no como un reclamo de originalidad, que es algo que en el cine de este tipo es ingenuo y ocioso reclamar. Lo señalamos porque marca, desde el comienzo, lo perezosa que es la realización de esta película, que resulta en un tedio implacable incluso a pesar de su corta duración. Porque Juegos demoníacos contiene todos los vicios de las malas películas de formatos cámara en mano, particularmente esto de no saber qué hacer con el fuera de campo, lo cual los directores medio pelo como Jákl resuelven sacudiendo la cámara un poco, rompiendo el suspenso y provocando confusión. Sin ir más lejos, el menospreciado Shyamalan hizo Los huéspedes, una película de este estilo que, sin ser una maravilla absoluta, demuestra que se pueden filmar climas y buenos sustos mas allá de la formas, si uno tiene pulso para el suspense claro.
En fin, lejos están de la capacidad de Shyamalan los responsables de Juegos demoníacos, que tampoco se molestan en escaparle a los personajes estereotipados: los tres norteamericanos que aparecen se reducen a un imbécil egoísta y su acompañante sin carácter, y una chica un poco histérica. En cuanto a los ucranianos hay un viejo mercenario, una médium incomprensible, una joven promiscua y un muchacho medio trastornado y claramente antropófago, todos ignorantes o supersticiosos.
Esta película de Petr Jákl se olvida rápido por parecerse demasiado a otras, o si no la olvidaremos gracias a la próxima invasión de la hegemonía Star Wars, o en última instancia, por decreto del flamante Mauricio que para eso está.