Caníbales sin hambre
Parece increíble que casi estemos en 2016 y todavía haya películas que apelan al falso documental “inspirado en hechos reales” para generar historias que en el fondo no tienen sustancia ni fundamento.
Al parecer a los productores creyeron que este recurso les permitiría generar interés en una historia que, como ha pasado con las recientes películas de género, termina perdiendo oportunidades de crear algo mucho más sólido y solvente para aquello que planteó originalmente.
Juegos demoníacos (Ghoul, 2015) de Petr Jákl, trae el mito de Chikatilo, un caníbal que cometió más de 50 asesinatos y mutilaciones de niños en el siglo pasado, en la línea de asesinos sangrientos de la ex Unión Soviética.
La terrible hambruna que Stalin determinó para Ucrania durante su mandato, produjo que las personas llegaran a superar la prohibición social del canibalismo con el objetivo de poder sobrevivir. En una primera etapa Juegos demoníacos menciona el asunto con un grupo de jóvenes que se acerca al país para conocer en detalle qué fue lo que pasó realmente luego de esa “hambruna”. Cámaras en mano, un pequeño equipo de producción para realizar entrevistas que aportan o no, la información necesaria para darle veracidad a aquella tesis.
Pero cuando llegan al lugar, y más allá de algunos testimonios, no hacen otra cosa que padecerse de ellos mismos, cuando ven que el dinero que necesitan para avanzar en su investigación va escaseando. Hasta que conocen por medio de un guía local a un tal Boris, alguien que les promete por mil dólares información precisa sobre el canibalismo y sobre una persona que puede ayudarlos a terminar su trabajo. Se acercan a la cabaña en la que vive, lo esperan toda una noche, y entre copas y risas terminan presos en el lugar luego de jugar a la ouija.
A partir de ese momento otra película se dispara, una efectista, grotesca, básica, que olvida su inicio cuasi documental de archivo, para acercarse a aquellas películas que intentan seguir asustando con algo tan básico como corridas con cámara en mano y gatos que aparecen y desaparecen. Claramente esto ya no alcanza, y pese a los esfuerzos que realizan los protagonistas, aun sabiendo los baches del guión y hasta de realización (cámaras subjetivas que terminan cambiando el punto de vista cuando fallece quién la utiliza), nada puede remontar a estos juegos que más que demoníacos pasan a ser irrisorios.