Será muy difícil la tarea de escribir sobre éste estreno sin que se escape algún exabrupto, o un puñado de los mismos insultos proferidos al aire y en el baño del cine tratando de evitar las arcadas. Es que “Jugando con fuego” es de esos estrenos que en el mejor de los casos hubiesen correspondido a lo descartado por la comedia lampoonesca de los ’80, o los chistes tirados a la basura en la revista “Mad” (o nuestra “Humor”, si se quiere) en la misma época.
Incendio al costado de una autovía. Caos y gente gritando mientras un escuadrón de bomberos irrumpe al mando Jack Carson (John Cena, uno de los peores actores que ha dado la pantalla norteamericana), con una banda sonora que no solamente descoloca por su insólita y ordinaria diégesis, sino que además presagia el desastre que está por venir. Todo en esa secuencia está mal construido en términos formales, desde contraplanos discontinuados, a inverosimilitudes de acción. Parece a propósito, pero no. La autoconciencia es un signo demasiado inteligente como para pensar que ésta película la tiene.
Finalmente, luego de soportar boquiabiertos esos primeros minutos, habremos de asistir al resto. Parece que este cuerpo de bomberos, integrado entre otros por Mark (Keegan-Michael Key), Rodrigo (John Leguizamo, quien seguramente le debía un favor a alguien para tener que estar acá), y Axe (Tyler Mane), quien sólo escupe sonidos guturales. El grupito se ve en problemas porque hay otro escuadrón que hace las cosas mejor que ellos. Todos tratan de rescatar a tres pibes que andan haciendo lío por ahí. Lo que podría llamarse subtrama tiene que ver con una chica, pero mejor dejarlo ahí.
Andy Fickman, director que nos ha hecho sufrir espantos como “Héroe del centro comercial 2” (2015) y “Familia en apuros” (2012), representa a esta altura los últimos (esperemos) caramelos del agotadísimo tarro de la comedia americana más pueril. Esa comedia que todavía cree que su público es el mismo que ve la TV en el sillón de la casa, con una caja de pizza de hace cuatro días en la mesa ratona. El tipo de producto que se confiere como un cúmulo de situaciones supuestamente graciosas hechas para “la gilada”. Lo mismo que ocurre aquí con la saga vernácula de “los bañeros”. Atrasa cuarenta años por la floja actitud de subestimar la inteligencia (y el humor) del público, y la pereza de no saber (o no querer) reinventarse. Por malas actuaciones y peor dirección de actores, montaje completamente aleatorio y sinsentido, sumado a situaciones inconexas que mueven más al asco que a la risa, “Jugando con fuego” es, además de una seria candidata a lo peor del año, una verdadera estupidez.