Película de fórmula a ultranza. Ninguno de los clichés habidos y por haber que se hayan conocido en los ciento diecisiete años, y la yapa, que tiene el cine, y que alguna vez se haya utilizado, no deja de estar presente en esta producción del director nacido en Roma, y que ahora se ha ganado el mote de italo–norteamericano, Gabriele Muccino. Situación que provoca que todo sea demasiado previsible, pero que no estaría en el orden de la gravedad extrema si sólo fuese esta la cuestión, ya que a priori se sabe que se encuadra en el género de comedia romántica para toda la familia, ergo, con final anticipado.
Decía que esto no sería tan grave sino fuese por la superabundancia de elementos tratando de conseguir una organicidad interna del producto, donde no hay una base sólida que lo sostenga, resulten cuestiones que tornan al filme entre tonto e inverosímil. Estoy hablando de todo aquello que desplegando las sub-tramas hace avanzar la trama principal.
Abocándome a la historia todo se hará más claro.
George Dryer (Gerard Butler) es un escocés, ex figura del fútbol de su país, goleador como pocos, casi un Messi (perdón) de habla inglesa, hasta que una lesión lo deja fuera de las canchas. Con una síntesis de sus hazañas deportivas se abre la narración.
Elipsis temporal mediante, años después nos encontramos en los Estados Unidos de América, específicamente en Virginia, con un George derrotado por la vida, con deudas de todo tipo y color, sumándole que está allí para recuperar el amor de su hijo luego de la separación, sin trabajo y sin dinero. Sólo un poco de ambición como para erigirse en comentarista de fútbol en el canal local.
Su hijo vive con la madre y con la nueva pareja de ésta, a punto de casarse. Entre la prosecución de un trabajo a su nivel de “sapiencia” y lograr que su hijo lo vuelva a tener como ídolo, George apenas conseguirá ser entrenador del equipo infantil de fútbol, del que su hijo es integrante, el peor de toda la red escolar, donde su entrenador actual, otro padre, gordo, fofo, desalineado, que nada sabe de ese deporte y vive más preocupado por sus negocios que por dedicarle atención y tiempo a los niños.
La llegada de nuestro héroe, ex deportista de elite, todavía en muy buenas condiciones físicas, será muy bien recibido por todos los chicos del equipo, por algunas madres (Uma Thurman, Catherine Zeta Jones), y un padre poderoso (Denis Quaid) que consigue lo que quiere con el dinero que tiene, quien terminará por constituirse en otro antagonista de hielo, o sea que inevitablemente se derretirá. El terreno esta sembrado con un George desahuciado, lo que dará lugar a situaciones un poco subidas de la tonalidad imperante en éste tipo de comedias, pero nada original.
En el medio de todo esto, justo cuando necesariamente el género de comedia pide a gritos un poco de dramatismo para equilibrarla, Stacie (Jessica Biel), la ex esposa, sentencia (pues no lo dice)… “Si viniste con la idea de recuperarme, estarás perdiendo el tiempo y en el camino vas a volver a dañar a tu hijo”.
Pregunta: ¿Hacia falta esto? ¿Ya se dio cuenta de cómo sigue y en qué termina todo? Si quedaba algún resquicio de ver algo diferente lo acababan de asesinar.
Las actuaciones son buenas, hay química entre los actores, pero el texto es muy burdo y la construcción demasiado ordinaria y todos los demás rubros al servicio de lo mismo.
No siempre un centro atrás es gol, a veces las formulas no funcionan.
Mire que tanto “Ahora o nunca” (2000) como “El ultimo beso” (2002), del mismo director, pero con diferente productor, aunque ambas de origen italianas, eran muy rescatables.
Esperemos un pronto retorno de Muccino a sus orígenes, por el bien del cine y de los espectadores.