Ya integrado totalmente a Hollywood, el italiano Gabriele Muccino -el de El último beso- sigue contando historias de amor humanas y agridulces. Aunque no siempre acierta, hay que reconocerle convicción en lo que hace. Esta historia de un ex jugador de fútbol entrenando el equipo de su hijo para reconquistar a su familia tiene simpatía, calor humano y convicción, más allá de que a veces los convencionalismos de la trama suenan más a pereza narrativa que a tradición de género.